viernes, 30 de enero de 2009

El tirano

Yo le vi morir. Le vi morir a manos de uno y en sueños y deseos de muchos.
Vi como se ensañaban con un, cada vez más, frágil cuerpo, lo que empezó siendo una persona y acabó siendo un amasijo de músculos descolgados.
Él se mantuvo firme, con altanería y arrogancia, como si nada de aquello realmente le afectase, aunque, a mi parecer, mantenía el orgullo ya que, hiciese lo que hiciese, no habría clemencia para él.
A mis ojos, aun era un crío, un chaval, ajusticiado por la indisciplina de unos padres mediocres.
Cuando crujió el último hueso y ya no escuché ningún grito, salvo una petición socarrona de "alguien tiene un cigarro" resuelta entre salpicaduras de sangre, sentí que mi sitio estaba lejos de todo este circo de los horrores.
Ahí fuera la noticia consumía a la población, todos se preparaban para la fiesta. Yo les observaba desde el ventanal de la puerta que nos separaba.
En ese momento el verdugo, vestido de traje, como buen señor, levantó la mirada triunfante, sabedor de haber terminado su hazaña con éxito.
Me agarró por la cintura, como si fuese su compañera o trofeo y abrió la puerta con una sonrisa que cruzaba su cara y brillaba con furia.
La gente estalló en vítores y aclamaron a mi acompañante.
No sé hasta que punto si hubieran estado allí dentro sentirían que todo esto merecía ser festejado.
Salieron los demás y nos escoltaron mientras hacíamos una especie de paseo triunfal por todo el pueblo y tuve que pedirle, por favor, a una mujer, que quitase una foto mía que decoraba las calles a modo de pancarta. Yo había estado allí, sí, pero no estaba tan orgullosa.
Mientras el pueblo entero intentaba abrazarnos al pasar por su lado, yo no veía más que escenas borrosas a cámara lenta. Los recuerdos cruzaban mi mente a paso de caracol, como para que pudiera seguir saboreando ese matiz amargo... y pude ver en las caras de cada uno de los jóvenes que venían, al tirano muriendo.
Mi sonrisa fingida no estaba del todo en la fiesta.
Todas las baldosas de la acera, para mí, ese día, estaban teñidas de la perdición del hombre, de la crueldad. No cabía un ápice festivo en mi corazón después de ver aquello, pero algo me decía que a nadie le importaba demasiado el cómo, si tenían su qué.
Ese mismo día decidí marcharme de la ciudad para siempre, irme al campo, quizá a una pequeña casita cerca de terreno fértil donde poder hacer un huerto o tal vez tener animales.
Un lugar donde sólo el tiempo o los caprichos del destino pudieran juzgarme sin que hubiese nadie que pudiera soltar una sola sonrisa por ello.

viernes, 23 de enero de 2009

Límites

Creo que no podré asimilar ni una palabra más. Tengo las venas saturadas de fórmulas y teorías complejas.
Hoy no es un día en el que crea poder asumir nada más, y por eso cada palabra que me llega rebota y me deja unas marcas horribles en la piel. Como golpes y me pongo triste.
Me pongo triste porque han sabido enseñarme últimamente cosas que jamás creí reales. Han sabido mostrarme cuan superficial era mi vida hasta este momento (o al menos, como era de superficial lo que otros compartían conmigo)
Y siento que estoy paseando por el límite de un abismo y aun lado está lo que me daría la seguridad de tener mis pies en tierra y asentarme y al otro lado está el misterioso vacío.
Y no sé cual es el paso que me lleva a un lado o al otro. Realmente, tampoco me importa.
Ya no sé si quiero estar en la realidad o en la fantasía, por eso no sé si quiero hacer realidad según qué ideas en mi cabeza, pero si no llega pronto una buena paliza de la realidad, volveré a oír latir mi corazón, encima, sin motivo.
Qué queda por hacer ahora... aguantar en la línea de salida o fugarse. Esperar o incitarte. Atacar o dejarme. Quererte o matarte.

miércoles, 21 de enero de 2009

Conexiones

La ignorancia amenaza con alcanzarme cada vez que tengo en cuenta cuan enorme es el mundo.
Sé que en alguna parte, en este instante, nace una vida cuyos méritos desconoceré posiblemente durante toda mi existencia. Un nuevo libro está siendo escrito y una nueva canción compuesta que tal vez nunca lea ni oiga.
María José me dijo que no lo intentara, que ni siquiera en mi imaginación cabía lo infinito y que por mucho que me empeñara, mi mente no daría para todo lo que yo esperaba.
Aun así, sigo luchando contra su sabiduría, pero al decir las palabras erróneas en el momento menos adecuado, me doy cuenta de que la realidad escapa a mi control. Me gustaría no hacer más daño con unas palabras que, jamás pensé, tendrían tanto poder.
Cuando una sóla persona puede leerte y sentir algo estás rozando un nivel de expresión que puede llegar a mover montañas.
Sigo siendo mis palabras y las palabras que me llegan. Las personas ya no me hacen sentir nada por sí solas.
Correteas por el mundo buscando algo, sin saber bien por qué, como cuando buscas en la nevera presa de un hambre específico y desconocido, esperando el insight.
Acabas dándote cuenta de que nada es tan perfecto como lo fue en primer momento en tu cabeza y rechazas la idea de que realmente la imaginación sea algo tan maravilloso.
Puede ser que unos nazcan para crear y otros para disfrutar lo que los primeros creen. Y así se mueve el mundo.
Bien saben los que escriben historias de amor, que nada se mantiene intacto tanto tiempo. Que no hay amores que atraviesen el tiempo y perduren por siglos, al menos no hoy, no en este mundo.

Y al final te ves encerrada en la espiral de siempre, en el que todos son conocidos de amigos y amigos de conocidos y nunca sabes en qué historia te estás metiendo. Nunca sabes quien fué el qué de quien y todo se vuelve borroso y confuso.
Cuando todo tiembla y se resquebraja puedes ver que el que realmente pudo descubrir la grieta fue el que vino nuevo, como viene nueva el agua y en invierno rompe las más duras rocas.

Entonces vuelvo al principio y pienso... si el que puede permitirse romper una realidad entera es el que llegó sin saber nada... cual es el valor del saber. Tal vez sea mejor no saber nada y alegar ignorancia ante las detonaciones.

Yo no sé nada.
No he oído nada.
Ni siquiera estuve allí.

¿Nada es igual que antes? Ojalá pudiera contarte lo que ha pasado pero... no lo sé.

lunes, 19 de enero de 2009

Días en blanco


Hoy es un día nuevo vestido de bata de estar por casa, calcetines térmicos y demás objetos contemporáneos.
Es el comienzo de la recta final, de este ciclo, se entiende.
Anoche pude darme cuenta de la simplicidad de la distancia, de esa distancia que ha matado tantos "te quiero" y "no te olvidaré".
Me dí cuenta porque pese a todo seguimos llorando juntos.
Y al contrario de lo que pueda parecer, es una de las cosas más maravillosas que jamás me han pasado. No por ser un burdo consuelo por ser mal de muchos, sino porque alguien, en algún momento, es capaz de comprenderte y te lo hace saber sin sabor a tragedia.
Ahora ya sé que puedo marcharme lejos. Que sobreviviremos. Nos encontraremos, como tú dijiste "recíprocamente".

domingo, 18 de enero de 2009

En coma

Esto no es un capítulo más, bueno, tal vez sí. Es un capítulo más, de una vida más, de 2009.
Carece de sentido preguntarnos qué es estar en un estado de latencia ¿Qué es lo que se siente cuando no se siente nada?
Es como el acertijo del árbol cayendo en la selva.
Hoy no estoy segura de que sea el día en el que hay que cambiar algo o si simplemente es el día en el que hay que estar conforme.
Siento que la modorra hará que duerma con los peces si me caigo al río. Como dicen los capos, ya sabes, la cosa nostra.
No sé cuantos días permaneceré en un estado de pausa, como en los juegos, en cruci, casa y tantos otros, donde nada puede hacerme daño porque nada me importa, pero tampoco puedo moverme para salvar a todos mis compañeros.
Es un momento a la par trivial y existencial, donde no tengo ni preguntas ni respuestas, pero todo empieza a tener un extraño orden dentro de mi cabeza, como cuando llegan las cajas a la tienda antes de ser reducidas a cartones sin nada dentro.
He hecho muchas cosas nuevas últimamente, pero no quiero que se den cuenta de hasta donde puedo llegar, porque tal vez no me apetezca hacer más de lo meramente necesario y siempre es mejor alegar incapacidad que pereza, vive Dios.
Empiezo a dudar de lo más elemental, de sí "esa" es la viga maestra de esta casa.