miércoles, 31 de diciembre de 2008

Capítulo nueve. Trabajar con Carlos.

- ¿A qué te refieres con imposible? - creo que se podía notar la ansiedad en mi voz.
- Pues la verdad es que... - empezó a hablar muy bajito, pero al levantar la vista se calló por complento.
Me giré y vi llegar a Lorena y a Carlos charlando.
- Luego hablamos - me dijo en un susurro.
- Yo no volveré hasta el lunes - contesté en el mismo tono de voz.
- Entonces el lunes tendrás tu respuesta, te buscaré por todo el edificio si hace falta -
Después de decirme esto me acarició el hombro como para compensarme por la intriga que me había dejado clavada para todo el fin de semana.
- Hola Marién - Carlos me estrechó entre sus brazos, me soltó y se giró - ¡Lorenzo! ¡Muchachote! ¿Cómo llevas el último encargo? - estrechó la mano de Lorenzo con sus dos manos y se rieron.
- Bien Carlos, les he estado enseñando algunas ideas, aunque están en servilletas aun - dijo, con los ojos fijos en el suelo y la mano detrás de la cabeza.
- No te preocupes hombre, hablaré con Ana y le diré que estás ya trabajando en ello, que te dé todos los materiales que necesites y te aconseje las veinticuatro horas -
- Creo que no puedo quejarme - dijo regalándole a Carlos una pícara sonrisa.
- ¡Ay! ¡Estos chicos! Que se pierden por una cara bonita... - dijo soltando una carcajada al aire.
- Sigo prefiriéndote a ti, Lorena - dijo Lorenzo mientras le daba un beso en la mano.
- Sí... eso decís todos... - suspiró con una enorme sonrisa e hizo una reverencia - si me disculpáis, tengo que irme, me esperan montañas de papeles que no podrían vivir sin mí -
Le despedimos con un abrazo cada uno.
En ese momento escuché una voz femenina llamando a Lorenzo al otro lado del pasillo.
Cuando miré vi a una chica joven, morena, con el pelo recogido desenfadadamente en un moño y sujeto con un lápiz. Era alta y estilizada, pero no pude distinguir claramente sus rasgos en la distancia, aunque me resultaba familiar.
- El deber me llama - Lorenzo se despidió de nosotros y fue rápidamente a su encuentro.
- Es Ana - me dijo Carlos - seguramente empiecen ya con los decorados - me explicó - A propósito de esto, te enviaré un mail esta misma tarde para decirte los puntos clave de la próxima obra, porque ya sabes que debes participar, haremos una especie de juego de rol, te asignaremos algunos personajes y debes involucrarlos en la historia tal y como lo estamos haciendo nosotros con los demás ¿Qué te parece? -
- Que espero que me ayudéis mucho - dije entre broma y súplica.
- No te preocupes, no será tan complicado como crees - dijo mientras me pasaba el brazo por encima de los hombros.
Me sonrojé, pero supe controlar la situación.
Pidió un café solo, en vaso y con hielos a pesar de estar en mitad del invierno, pero es cierto que en aquella sala hacía calor (de hecho para mí cada vez hacía más calor).
- ¿Me disculpas un momento? - el móvil de Carlos estaba sonando.
- Claro...-
Noté como su mano se deslizaba por mis hombros mientras él se alejaba.
Mientras hablaba, su gesto era serio pero no grave, seguramente sería una charla de trabajo o tal vez algo familiar, hice mil conjeturas en un tiempo sin él que se me antojó eterno.
Me apoyé en el respaldo de la silla, que era bastante cómoda y miré durante un rato a los alógenos del techo, como hipnotizada.
Volví a sentir esa sensación, la misma que había tenido durante toda la semana, de estar pensando en todo y a la vez en nada, parecía que aun todas mis dudas y mis temores no habían conseguido encontrar una forma concreta y parecía que no existían. Sin embargo algo había ahí que me hacía desconectar de la realidad.
Toda aquella atmósfera tan efusiva, abrazos para saludarse y despedirse... no me estaba costando acostumbrarme, pero sabía que sí me costaría que todo aquello saliese de mí. Yo estaba más acostumbrada a saludos con la mano a lo lejos o asentimientos de cabeza de soslayo al cruzar por los pasillos del trabajo o por la escalera con los vecinos... no había tanto cariño en mi vida desde que fui muy pequeña.
De cualquier manera era muy agradable.
Estaba inmersa en mis pensamientos cuando Carlos volvió.
- Era Luis, estaba histérico porque había perdido no sé qué documentos de la obra y tenía que hacer unos permisos... qué sé yo... - parecía contrariado - él sabe que no entiendo de estas cosas, debería llamar a Lorena antes que a mí en estos casos - esta vez hablaba sólamente para él mismo.
- Ah... -
- Perdona - rió - a veces me dedico a opinar conmigo mismo, siempre me doy la razón y me quedo mucho más tranquilo -
- Bueno ya... va siendo hora de comer, debería volver a casa -
- ¿Ya te quieres escapar de mí, Marién? -
Me miró a los ojos con esa picardía que sólo él sabía tener, esa que te hacía saber que estabas pensando mal, pero acertando.
- Ja, ja, ja, no es eso, es que tengo que ultimar detalles de mi traslado - le mentí, quería escaparme.
- Ya.. claro.. - dijo mirando el reloj - oooh! ¡Qué tarde es! - hizo un gesto de desmayo dramatizando la situación - No hay quien se lo crea - me guiño un ojo y continuó - pero por ahora te dejaré escapar, aunque pronto estaremos tanto tiempo juntos que vas a conseguir saberte de memoria hasta cuantos pelos tengo en la cabeza -
Sonreí.
Me levanté, nos dimos un cortés abrazo y me dispuse a marcharme.
Oí un grito a mi espalda.
- La habitación de arriba ¿Eh? Siempre fue mi favorita -

viernes, 26 de diciembre de 2008

Capítulo ocho. Los veteranos.

Mi cara era una mezcla de perplejidad y horror absolutos ¿Qué les había pasado? ¡Era horrible! Parecían marionetas rotas.
Lorena sacudió la cabeza y me dijo tristemente:
- Vamos al comedor a tomarnos algo y te explico todo esto -
Pedí un refresco y ella me acompañó con un café, nos sentamos en una de las mesas más apartadas de todo el comedor.
Me miró fijamente antes de comenzar.
- Esto es lo único que detesto de todo lo que hacemos - esperó mi reacción, pero como no fui capaz de articular palabra, ella continuó - nosotros captamos a jóvenes promesas, a personas en las que vemos un don especial para todo esto... - agachó la cabeza - pero el mundo del espectáculo es duro y desagradecido -
No tenía ni idea de por donde intentaba llevar la conversación.
- Muchos de estos chicos, eran almas puras y llenas de ilusión - me miró - como tú. Pero en algún momento de esta vorágine de actos y galas y fiesta se perdieron... - miró distraída hacia el infinito - drogas... amores tormentosos... celos... alcohol... al final de cada semana o de cada gala se hacen fiestas y casi todos los veteranos son invitados a festejar el resultado frente a los profesores... - paró unos segundos, sorbió un trago de café - y lo que has visto... son las consecuencias -.
- Están... ¿Drogados? -
- Drogados, cansados, dormidos, resacosos... sí, un poco de todo. Claro que... - su gesto se dulcificó - siempre tenemos a algunos que se mantienen libres de toda esta historia -
- Ah ¿Sí? y.. ¿Quiénes son? - mis ojos brillaban de curiosidad.
- Los veteranos en los que tenemos depositada más responsabilidad no son convidados a las fiestas, necesitamos que estén siempre lúcidos y puedan darnos lo mejor de ellos mismos - calló un momento mientras fruncía el ceño - deberían estar por aquí... aunque seguramente hayan salido a pasear o estén trabajando en algo nuevo - rió - con ellos nunca se sabe -.
- Y... ¿La asistencia a las fiestas es obligatoria? -
- Ja, ja, ja - rió despreocupadamente - mujer, no tengas miedo. Son fiestas como otras cualquiera, donde se ríe, se debate y se comparten charlas, realmente son muy entretenidas, depende de lo que tú quieras hacer cuando estés allí - guiñó un ojo.
- ¡Lorena! -
Casi me caigo de la silla de la impresión que me dió aquel grito.
Me giré y vi como se acercaba un muchacho moreno y robusto corriendo hacia nosotras.
Una vez que llegó a nuestra altura, abrazó a Lorena como si la vida le fuese en ello. Automáticamente pensé en que sería su novio o... tal vez fuese su hermano y llevara mucho tiempo sin verla. La verdad es que no sabía descifrar el sentimiento concreto que me inspiraba aquel abrazo tan efusivo.
Después de unas cuantas miradas cómplices y unas sonrisas cálidas parecieron darse cuenta de que yo seguía allí.
- Marién, perdona que no te haya presentado, este es Lorenzo -
El chico se levantó y me dio dos fuertes besos en las mejillas. Le pidió un refresco al camarero llamándole por el nombre de pila y trajo una silla para unirse a la conversación.
- Lorenzo es uno de nuestros alumnos aventajados de arte - me dijo en un susurro al oído - es realmente maravilloso -.
Cuando le trajeron el refresco se puso a parlotear animadamente sobre lo que había estado haciendo por la mañana. Nos enseñó fotos que traía en su cámara y nos dijo que haría diseños similares a lo que había fotografiado para la próxima obra.
Hizo unos cuantos bocetos a lápiz en las servilletas muy entusiasmado y la verdad es que eran verdaderas obras de arte.
Se acercó el recepcionista del hotel y le pidió a Lorena que le acompañase, al parecer tenía una llamada importante.
Me quedé sola con Lorenzo.
Vi como sus ojos corrían tras Lorena con un brillo cristalino que denotaba que sentía algo más que mero aprecio por ella.
Pareció darse cuenta de mi interpretación.
Nos miramos y nos sonreímos nerviosamente sin saber bien qué decir. No sé que pasaría por su cabeza, pero yo sólo podía pensar en el espectáculo que había visto en la sala de baile, pero no sabía si mi pregunta podría molestarle.
- Bueno... y... ¿Qué te parece nuestro humilde hogar? - preguntó tratando de iniciar una conversación amistosa.
- Pues... bien... es... bonito - mostré una tímida sonrisa - Lorena me lo ha estado enseñando todo -
- ¿Todo? - dijo con énfasis.
- Sí -
Ese "sí" pretendía dar pie a una explicación por su parte, era algo así como un "lo he visto todo" y pareció funcionar a la perfección.
- Entonces supongo que ya habrás visto a mis... compañeros... en sus mejores momentos - se carcajeó. Vió que mi cara tenía cualquier tipo de gesto menos uno divertido y continuó - Supongo que al principio siempre impresiona cuando lo ves, pero acabas acostumbrándote, cuando empiece la semana verás como la impresión es totalmente distinta -
- Y tú no... -
- No, yo no voy a las fiestas - me cortó - una vez me invitaron a una y acabé tan borracho que a penas me acuerdo de nada, pero amanecí dos días después, habiendo pasado ese tiempo tal y como les ves a ellos - tomó un sorbo - esa semana no pude hacer nada y la obra se retrasó un tiempo, desde entonces no me han vuelto a invitar a ninguna fiesta... y la verdad es que lo agradezco -
- ¿Por qué? - pregunté con mucha curiosidad.
- Porque no me gustaría volver a pasar ni siquiera dos minutos así otra vez -
- Pero... Lorena me dijo que... son fiestas normales, todo depende de lo que quieras o no quieras hacer -
- Uhm... no es tan... sencillo como parece -
Mis ojos brillaron (aquello era tan emocionante) y le hice un gesto con la mano como para que continuara.
- Allí ¿Cómo decirlo? No tienes voluntad -
- ¿A qué te refieres? -
- Es imposible decirles que no -

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Capítulo siete. Un nuevo hogar.

Me desperté de un salto, con tanta fuerza que pasé de estar tumbada a estar de rodillas sobre la cama.
Había sido un sueño. Muy real, pero un sueño.
Me sentía cansada, tal vez por haberme despertado de una manera tan brusca o por todo lo que había pasado la noche anterior.
Cuando conseguí tranquilizarme del todo me levanté y puse a calentar agua para hacerme un té. En un par de horas tendría que ir a terminar mi última semana trabajando como teleoperadora para que no me descontaran parte del sueldo por irme sin la debida antelación.
No tenía ni una pizca de ganas.
Durante todo el día estuve distraída pensando en todo y en nada. Empecé a moverme por pura rutina, el trabajo, la casa, la cena... iba de un lado a otro sintiéndome en otro sitio diferente, pero ni siquiera sabía cual.
Salí el viernes siguiente del trabajo, pensando en que ya no había vuelta atrás.
Cenaba mientras veía algo en la tele cuando me llamaron por teléfono.
- ¿Hola? -
- Hola, Marién - era una voz conocida, muy conocida - ¿Sabes quién soy?
- ¿Lorena? -
- Sí - rió - verás, hemos tenido algunas bajas entre los veteranos, así que te llamaba para decirte si podrías pasarte mañana para elegir la habitación que tendrás mientras estemos en esta ciudad. - hizo una pequeña pausa - Ya teníamos una para ti, pero como ahora hay vacantes, pues hemos preferido que vengas y elijas la que más te... como decirlo...¿Inspire?-
- Me encantará - mi voz sonaba llena de ilusión.
- ¡Perfecto! Me reuniré contigo a eso de las once de la mañana en la plaza mayor y te guiaré -
- Bueno... si tú quieres sí, pero puedes darme indicaciones e iré sola... -
- Es - titubeó - difícil de encontrar. Además ¿Quién te lo podría enseñar mejor que yo? - dijo animadamente.
- De acuerdo entonces, allí nos veremos -
- Hasta mañana -
Empecé a imaginar cómo sería abandonar toda mi vida hasta ahora. Llamé a mi madre para darle la noticia ahora que ya sabía que era inevitable mi marcha.
Me reprendió por no haber avisado antes y no haber compartido con ella mis últimos días antes de irme, pero le dije que aun estaríamos algún tiempo en la ciudad y que podría quedar con ella el domingo y contarle todo. Pareció quedarse más a gusto.
Después de hablar con mi madre me quedé más tranquila, pero aun así me costó dormirme, miraba el reloj de vez en cuando y habían pasado a lo sumo diez o veinte minutos... calculo que tardé unas tres horas en quedarme dormida, pero cuando quise darme cuenta, estaba sonando el despertador.
No quería hacer esperar a Lorena.
A las once menos cinco allí estaba yo, en la plaza mayor, como un reloj.
Distinguí rápidamente a Lorena de entre la gente, ni que decir tiene que era imposible no verla. Con esa maravillosa melena dorada, que resplandecía bajo el sol invernal y esa pequeña figura de perfectas proporciones. Llevaba un abrigo rojo.
Se acercó a mí a paso rápido con una sonrisa en su sonrojada cara (en su caso, por el frío).
- ¡Hola Marién! Ven - me asió del brazo - vamos rápido, que hace un frio que pela.
Asentí con una sonrisa.
Callejeamos durante un rato, hasta que llegamos a un pequeño hostal en una calle cortada. Me pareció un tanto... como decirlo con delicadeza... abandonado, pero cuando crucé las puertas vi que estaba muy equivocada.
- No nos gusta llamar la atención - me dijo con un guiño. - Hoy sólo estarás tú de todos los nuevos, hasta el lunes los veteranos son los únicos que ocupan el hotel - me explicó.
- Será perfecto, así podré conocerlos -
- Bueno... - se le borró la sonrisa y ladeó un poco la cabeza - conocerlos... no sé, pero si que podrás verlos -
¿Qué habría querido decir? Me nacieron rasgos de profunda curiosidad en la cara que Lorena ignoró por completo volviendo a sacar su magnífica sonrisa para decir:
- ¿Lista para elegir habitación? -
Mientras subíamos a las plantas de arriba íbamos cuchicheando como dos amigas, qué iba a poner en la habitación, si me gustaría tener cortinas nuevas, si me gustaría tener cerca a guapos compañeros... reíamos como dos adolescentes.
Tras muchos paseos decidí quedarme con una de las habitaciones de la planta de arriba, tenía una ventana enorme que daba a un patio trasero (que la verdad, no era muy digno de ver) pero al menos tenía más cerca el cielo.
Las paredes eran de un amarillo muy claro y le daba un aspecto acogedor y amplio, se respiraba tranquilidad. Tal vez demasiada para ser un hotel, supuestamente, lleno de gente.
- Lorena... - me fijé en sus gestos según iba formulando la pregunta - ¿Dónde está todo el mundo?
Ella bajó la vista e intentó reunir alguna explicación a mi pregunta, yo no sabía a qué venía tanto misterio.
- Supongo que estarán en las salas de reunión, en el comedor o en las salas de ensayo - dijo despreocupadamente - como pueden descansar el fin de semana pues... aprovechan para charlar y relajarse -
- ¿Podrías llevarme a verles? - vi un gesto extraño en su cara - bueno... a conocer las instalaciones... -
Suspiró.
- De acuerdo... vamos -
Me enseñó las salas de reuniones, el comedor e incluso me llevó a la cocina a conocer a los empleados, estuve hablando un rato con ellos sobre mis peculiaridades a la hora de comer o desayunar y ellos apuntaron mis gustos amablemente.
Mi sorpresa fue cuando llegué a una de las salas de ensayo, la de baile concretamente y me encontré un montón de cuerpos esbeltos, que parecían tallados por artesanos, tirados por el suelo, medio muertos.

martes, 23 de diciembre de 2008

Capítulo seis. Charlas a media noche.

Antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos subiendo las escaleras hacia mi piso. Iba pensando en si tendría tal o cual cosa tirada por en medio y me moría de vergüenza.
No hablábamos, pero notaba su tenue presencia a mi espalda.
Saqué las llaves para abrir la puerta y tuve que ayudarme de ambas manos para hacerlo puesto que una sola, por los nervios, se negaba a colaborar.
Pasamos y le invité a sentarse en el sofá.
- ¿Quieres algo? - le ofrecí.
- Me gustaría... ver tu habitación ¿Puedo? -
- Ehm... - dudé - claro, es... la segunda puerta a la derecha -
- Gracias, Marién -
Le indiqué el camino y yo me dirigí al cuarto de baño.
Me miré en el espejo. Aun estaba maquillada y peinada para la gran cena. Me pasé un algodón con desmaquillante por la cara y luego me la lavé con agua muy fría.
Me deshice la coleta... me lavé los dientes... por amor de Dios ¿Qué es lo que quería? ¿Por qué había querido subir a mi casa?
Intentaba llevar la situación lo más tranquilamente posible, pero las preguntas se agolpaban en mi cabeza sin piedad.
Respiré hondo.
Suspiré.
No estaba segura de tener fuerza suficiente como para abrir la puerta y dirigirme hacia mi habitación, no sabía que podía encontrarme. Me senté en el suelo y me dije a mí misma que, pasara lo que pasara, yo tenía el control.
No sabría como definirlo, pero cuando estábamos en una misma sala, notaba como él podía leer directamente en mi mente, mis pensamientos, me sentía vulnerable e invadida. Aun así no era una sensación desagradable, sólo dulcemente comprometedora.
Abrí la puerta lentamente para intentar llegar hasta mi cuarto sin hacer ruido y así ver qué era lo que estaba haciendo.
Me sorprendí al verle ojeando mis borradores.
Levantó la vista y clavó sus ojos en los míos.
- Esto es muy bueno - dijo con un hilo de voz.
- Gracias - contesté apoyándome en el marco de la puerta.
Le miré mientras leía. Parecía concentrado y maravillado a la vez, incluso apuntaba cosas al márgen con un lápiz.
- ¿Por qué has tachado esta frase? - me dijo haciendo una mueca - me parece maravillosa.
- ¿Cual? -
"Algún día te rescataré, te rescataré del tiempo y la tristeza"
- Es una antigua promesa que... bueno - miré al suelo - nunca se llegó a cumplir. A veces - proseguí - la escribo por inercia, una y mil veces, mientras intento inspirar algo distinto a mis manos.
Cogió unos cuantos folios y se tumbó en mi cama.
- Acuéstate conmigo - dijo dando unas palmaditas en la mitad derecha de mi cama.
- De... acuerdo -
Cuando estuve tumbada a su lado me dio los folios y me hizo una petición.
- Lee para mí -
Leí durante horas alimentado su tierna sonrisa que a cada palabra parecía más amplia.
Justo cuando terminé el último poema, se incorporó y se sentó apoyándose en la pared.
- Ha sido una noche maravillosa -
- Me alegra que te haya gustado - en ese momento me alegré de que fuese tarde y la luz de la luna no pudiera desvelar mi sonrojo.
- Ahora he de irme, las clases empezarán pronto y tengo que ir hasta mi casa a recoger todo el material - se levantó y se puso los zapatos - tú descansa, necesitaremos esa mente despierta cuando te incorpores la semana que viene - sonrió.
- Vaya... no sabía que te irías tan pronto -
- Nos veremos antes de lo que crees -
Me dio un beso en la frente y mientras andaba hacia la puerta por el pasillo dijo en un tono más alto.
- Creo que pronto podré conocer esta casa como la palma de mi mano -
Soltó una carcajada.
Toda la noche había sido muy extraña, parecía que había vivido una vida entera en tan sólo unas horas y ni siquiera sabía cómo debía sentirme.
Carlos tenía una belleza extraña e inusual, parecía capaz de fundirse con una persona en cualquier momento.
Me acordé del primer día de la entrevista con Lorena y cómo ella supo hacer que me tranquilizase con tan sólo unas palabras, como si supiese lo que sentía, como si supiese transmitirme algo que me hiciese cambiar.
Carlos también lo conseguía, estando a su lado el tiempo dejaba de pasar y parecía que podía multiplicar la duración de los segundos, sin que ello llevase a tener la sensación de que las veladas se hacían eternas y pesadas.
Oí cerrarse la puerta de entrada y me hundí en las sábanas (que aun conservaban rastros de su caro perfume). Me pesaban los párpados y... lentamente sucumbí al sueño.
Entonces le vi entrar por la puerta.
Se quitó la chaqueta y la tiró al suelo, apoyó sus rodillas en el borde de mi cama mientras se aflojaba la corbata negra de seda y fue apoyando su cuerpo contra el mío.
En ese momento levantó la cabeza y sus ojos eran pasionales y fieros. Me miró y respiré profundamente, como si fuera a sumergirme en una piscina, él respondió sacudiendo la cabeza y cuando volvió a mirarme sus ojos habían vuelto a la normalidad.
Se acercó lentamente.
Noté su cálido aliento en mi oreja cuando dijo:
- No, a ti no puedo hacerte esto -

domingo, 21 de diciembre de 2008

Capítulo cinco. Los niños prodigio.

Carlos me ofreció una silla a su lado y me senté sin mediar palabra. Iba a contestar a su presentación con un "igualmente", pero estaba demasiado sorprendida como para ser capaz de decir nada.
Me sentía un tanto fuera de lugar.
Algunos estaban terminando sus postres y el camarero nos ofreció la opción de tomar un chupito del licor de la casa o tomar una infusión. Decidí pedir una tila, ante la mirada divertida de algunos de los comensales.
- Ahora mismo se lo traigo, señorita - dijo cortesmente el camarero.
Se hizo un silencio incómodo entre los presentes. Entre los novatos había miradas cómplices y sonrisitas, que suponía habían surgido de comentarios durante la cena.
Fueron los profesores los que empezaron a hablar.
Se empezaron a presentar uno por uno.
Ana era la profesora de arte, Félix el profesor de canto, Luis el profesor de literatura y Carla y Gonzalo eran los profesores de baile.
Carlos se dio por presentado, estaba más atento a las reacciones de los comensales que a tener en cuenta que sólo la mitad de la gente allí sentada le habían oído presentarse.
Luis sacó algo del bolsillo.
- Marién, me he permitido imprimir algunos de tus textos, los que más me gustaron y querría que nos leyeses alguno para amenizar la velada -
- Yo... bueno... -
- Que no te de vergüenza - dijo Lorena - estos serán tus compañeros durante mucho tiempo. Cuanto antes mejor ¿No? - sonrió.
Empecé a leer.
Al principio casi perdí el sentido del equilibrio. Notaba como la sangre abandonaba mi cuerpo para subir a mi cara a toda velocidad y cubrí mi rostro con el papel.
- Ve bajando las manos lentamente - me dijo Carlos en un susurro.
Poco a poco fui haciéndole caso.
Mas o menos en el décimo verso fui capaz de levantar la vista y vi sus expresiones. Intuía que algunos estaban emocionados, aunque sus rostros seguían estando enteros y altivos.
Los nuevos alumnos no prestaban mucha atención, pero pude ver muchos ojos brillantes entre la alta esfera de la escuela.
Eso me hizo sentirme mucho más segura de mí misma y pude darle más énfasis al poema, hasta que a mí misma se me erizó la piel.
Cuando terminé, incluso las mesas cercanas aplaudieron.
Agradecí asintiendo levemente y bajé la mirada al suelo.
- Me ha encantado, Marién - dijo Lorena poniéndose la mano en el pecho - creo que tu primera labor con nosotros será participar en los diálogos de la obra que estrenaremos proximamente, quedan tres meses ¿Crees que serás capaz? -
La proposición me pilló de sorpresa ¿Sólo tres meses?
- Yo.. estoy dispuesta ¡Claro! Haré todo lo que pueda... -
- No te preocupes - dijo Carlos - tenemos casi la mitad de la obra ya adelantada, en un mes, con tu ayuda, Luis y yo ya estaremos preparados para enseñársela a los demás -.
- Así sea, me encantará participar - concluí.
En ese momento entre los profesores se empezó a comentar cómo sería la obra y se les dijo al resto de los nuevos alumnos los papeles secundarios que tendrían que prepararse (por supuesto, los papeles principales eran para los más veteranos) y todos parecieron ansiosos por obtener a su personaje lo antes posible.
Yo les miraba sin empaparme demasiado de la conversación mientras pensaba en si sería capaz de llevar a cabo una tarea tan compleja. Al menos contaba con la ayuda de dos maestros.
Se hizo tarde y ya era hora de marchar a casa, yo me entretuve contestando una llamada de mi madre dentro del restaurante, fuera hacía un frío glacial.
Cuando fui a salir, vi a Carlos esperándome.
- Te acompaño a tu coche, a estas horas no es seguro que ande una chica sola por estas calles - dijo abriéndome la puerta.
- Muchas gracias - dije con una leve sonrisa - me alivia tener a alguien que me acompañe - admití.
Caminamos juntos y en silencio. Mi sorpresa llegó unos metros más arriba.
Ni siquiera me había fijado pero había aparcado en la salida de un parking y mi coche estaría ahora en posesión de la grúa municipal.
- Te acercaré a casa -
- No te preocupes, cogeré un taxi, no estoy lejos de casa... -
- Más a mi favor entonces - me cortó Carlos - ahora ya no puedes negarte a mi ofrecimiento -
- De verdad... no hace falta... cojo un búho y... en veinte minutos estoy allí - dije, intentando disimular mi timidez.
- Insisto - dijo tajante cogiéndome del brazo y llevándome calle abajo.
Una vez que entramos en su coche no pude disimular mi curiosidad y tuve que preguntarle.
- Tengo... curiosidad... - empecé a decir, aunque no sabía como expresar bien lo que quería preguntarle - sois... muy jóvenes para ser ya... maestros y... -
Carlos se empezó a reir.
Miré fijamente a mis rodillas temiendo haber dicho alguna estupidez.
- Es una historia un tanto increíble, pero me alegra que me hayas preguntado lo que todo el mundo piensa y nadie dice... - me miró risueño - somos niños prodigio.
- Hombre... sois jóvenes, pero tanto como niños... -
Ahora Carlos estalló en carcajadas.
- No me refiero a eso - dijo entre risas - nosotros nos fuimos conociendo en concursos de talentos cuando éramos pequeños, somos de varios países distintos, aunque todos europeos, con el paso del tiempo decidimos hacer algo a nuestra manera, así que tratamos de mantener el contacto durante años y... bueno, cuando vimos el momento, lo aprovechamos - explicó con una sonrisa aun en los labios - así nació Imaginarte.
Me miró a los ojos, divertido.
- Curiosa historia - le devolví la sonrisa.
Después de unos segundos me di cuenta de que le estaba mirando como una tonta. Al quitar la vista de su rostro me di cuenta de que habíamos llegado a mi casa.
- Bueno... ya hemos llegado, aparca donde puedas que vivo aquí al lado -
Paramos y me desabroché el cinturón de seguridad.
Abrí la puerta y oí su voz a mi espalda.
- ¿Puedo subir? -

viernes, 19 de diciembre de 2008

Capítulo cuatro. Unos jefes especiales.

Abrí la bandeja de correo y encontré una agradable sorpresa, había pillado a Lorena en una reunión con los jefes y procedían a leer para darme un veredicto.
Aun estando en mi casa, tan lejos de ellos, me puse muy nerviosa, llegué incluso a ruborizarme ¡Qué estúpida! Si no podían verme...
Pasarno un par de horas que se me antojaron interminables, cuando recibí una llamada desde un número oculto. Al oír la voz, tuve claro que era Lorena.
- ¿Sí? -
- ¡Marién! ¡Mis felicitaciones! Los jefes acaban de dar el visto bueno a tu incorporación. Quieren verte a más tardar la próxima semana para ultimar los detalles del contrato y luego ya sólo te quedará hacer la maleta - parecía que estaba muy... ¿Contenta?.
- Vaya... muchas gracias. Estaré encantada de ir. ¿Qué día sería? -
- Pues...mmm - se oyó como tecleaba en el ordenador - ¡Bien! ¿Te viene bien el jueves a eso de las ... 9 de la noche? -
¿Hacían entrevistas de trabajo tan tarde?
- Es una cena de encuentro con las nuevas adquisiciones - explicó.
Esta mujer era asombrosamente intuitiva.
- Ah, siendo así, de acuerdo, estaré encantada -
- Muy bien, ahora te mandaré un mail con la dirección exacta de la calle y.. espero que te lo pases bien y te guste el ambiente que ofrecemos - sus palabras fueron amables y reconfortantes.
- Muchas gracias por todo -
- A ti, Marién -
Después de recibir su mail me puse a rebuscar en mi armario algo que fuese perfecto para ir a la cena sin desentonar demasiado. Optaría por... un vestido negro con unos zapatos planos... era lo mejor para ir elegante pero sin llamar la atención.
Le pedí el coche a mi madre para parecer más independiente y porque no tenía claro si se demoraría demasiado la cena.
Cuando iba por mitad de camino me encontré encerrada en un tremendo atasco, maldije una y mil veces mi mala suerte y me culpé por no haber ido en transporte público, tal vez así hubiera llegado a la hora. ¿Qué iban a pensar de mí?
Cuando, tras cincuenta minutos de retraso, conseguí llegar y aparcar, intenté tranquilizarme.
Respiré hondo unas cuentas veces mientras me repetía que no había sido culpa mía.
Me miré en el espejo retrovisor y ensayé una sonrisa.
Salí del coche y apresuré el paso hacia la entrada del restaurante. Vi como un chico hacía lo mismo desde el lado opuesto de la calle.
Coincidimos en la puerta.
- ¿Vienes a la cena? - me preguntó.
Le examiné, iba también vestido en tonos oscuros, supongo que en la cabeza de muchos aspirantes se pasó la misma idea que en la mía.
- Sí - dije aliviada por no entrar sola.
- Nunca te había visto antes... -
- Claro, somos "los nuevos" - dije con una sonrisa pícara.
Asintió, sonrió y me acompañó dentro.
Cruzamos algunas palabras mientras buscábamos la mesa.
Me sorprendí cuando ví a varios jóvenes acomodando sus bártulos en la mesa a la que nos dirigíamos, al parecer muchos llegábamos tarde.
Al estar cerca, vi a éstos levantar la vista y dirigir una mirada cómplice a mi acompañante.
- Vaya, Carlos, llegas unos minutos más tarde que de costumbre -
¿Ya se conocían? Tal vez fuesen juntos a la entrevista, eran todos muy jóvenes, contarían como mucho veinticinco años, tenían además una belleza inmaculada, poco convencional.
- Sí...y traigo conmigo a una aspirante rezagada -
- Bienvenida Marién - distinguí esa voz. Era Lorena que estaba acomodando su abrigo en el respaldo de la silla - parece que llegas a la misma hora que los "altos cargos" - esto último lo dijo entre risas.
¿Ellos eran los jefes? ¿Los profesores? ¡Pero si eran unos críos!
Mientras examinaba la situación y cada uno de sus rostros me di cuenta de que, si no fuera porque estaban de pie, no hubiera sido capaz de distinguir a los aspirantes de los formadores de la compañía.
Cada vez que me paraba en alguna pareja de aspiarante y profesor y buscaba las diferencias mi cara de perplejidad era mayor ¡Incluso algunos parecían más jóvenes que yo!
Miré a Carlos. Nuestros ojos se cruzaron y en su cara se dibujó una sonrisa pícara, se acercó a mi oído y me susurró con socarronería:
- Soy Carlos, tu profesor de teatro, encantado -

jueves, 18 de diciembre de 2008

Capítulo tres. La compañía Imaginarte.

Hacía un frío polar aquel miércoles por la mañana.
Esperaba en la parada del autobús y a punto estuve de volver a casa para acurrucarme tímidamente entre las sábanas y seguir durmiendo por siempre y siempre jamás...
El autobús cortó mis ensoñaciones recordándome que era hora de cogerlo, ahora o nunca, con el próximo llegaría tarde.
El conductor me miró con cara de pocos amigos al ver que no era demasiado mañosa para sacar el abono de la cartera.
Me senté en mi sitio de siempre, atrás del todo a la derecha y pegué la cabeza al cristal dispuesta a echar una cabezadita hasta llegar a mi destino, pero estaba tan nerviosa que me fue imposible.
Tras una media hora de trayecto, sin mayor altercado que algunos pequeños tramos de retención, llegué a mi parada.
Busqué el edificio IFOL y lo encontré tras cruzar un par de calles. Se erguía blanco y magestuoso entre todos esos edificios vulgares y grises. Me infundió, en cierto modo, respeto. Me sentía muy pequeña, minúscula, ante tal gigante de hormigón.
Tragué saliva y me dispuse a entrar.
Una vez allí, un joven me atendió en la recepción, parecía un tanto somnoliento y distraído, pero imaginé que tal vez hubiera salido la noche anterior.
- Hola ¿Puedo ayudarle en algo? - me dijo con aspecto de no interesarse demasiado.
- Ehm.. sí, vengo a hacer una entrevista para Imaginarte -.
En ese momento pareció reaccionar y abrió los ojos como plantos.
- Sí, sí, claro, ehm... espera un momentito - se puso a mirar papeles y más papeles, a cotejar unos datos en el ordenador - vaya a la sala de reuniones tres, por favor - me dijo con una amplia sonrisa.
- De acuerdo -
Mientras me marchaba, me dije a mí misma que era un tanto raro lo que estaba pasando... pero tal vez el muchacho trabajase a comisión...
En esa misma planta, al fina del pasillo, estaba la sala tres. Pensé que habría más personas esperando, pero no había nadie.
Abrió la puerta una chica preciosa, contaría los veintitantos años, rubia, con el pelo muy largo, facciones cálidas y redondeadas, ojos verdes y cuerpo pequeño y modelado.
Me miró.
- Puedes pasar - me dijo, esbozando una sonrisa
Entré un poco acobardada, si ella veía aquella belleza cada mañana en el espejo, dudaba que yo pudiera impresionarla.
- Hola Marién, me alegra ver que al final decidieras venir - sus ojos parecieron brillar al decir estas palabras, sabía que acababa de impresionarme ¿Cómo podía saber que era yo?
- Hola ¿Lorena? ¿Cómo sabías que...? Bueno... es igual... sí, al final he decidido que me interesaba lo que me ofrecíais y... ver si tenía madera para esto -
- De acuerdo ¿Has traído algo para enseñarme? Algún texto... tal vez una poesía - dijo, eludiendo totalmente la cuestión de cómo sabía que yo era Marién.
- Pues... la verdad es que no pensé... -
- Tranquila - me cortó - ahora que veo que de verdad estás interesada, te dejaré mi correo electrónico para que tu me mandes algo y así puedan verlo los directores de la compañía, pero ya te adelanto que, seguramente, seas una de nuestras nuevas incorporaciones - me dijo, risueña, guiñándome un ojo.
Hizo una llamada y salió de la sala.
La verdad es que pensé que siendo tan bonita sería mucho más arrogante y elitista, pero daba la sensación de ser cercana y tierna. Agradecía un trato así y más sabiendo que estaba tremendamente nerviosa por dar un paso tan difícil.
Tenía dudas de si era la única en esta ciudad que se les unía o... ¿Seríamos muchos? ¿Tendría mi propia habitación? Sé que eran dudas sin importancia, pero.. iba a ser mi nuevo hogar durante a saber cuánto tiempo.
- Bien, Marién, he hablado con mis superiores y me han dicho, que estarán encantados de que nos mandes algunas de tus obras para leerlas y, si les gusta, tendrás una segunda entrevista con ellos -
¿Segunda entrevista? ¿Tendría que pasar por esto otra vez?
- No te preocupes, son muy agradables - me dijo, como si leyese mi pensamiento.
Sonrió.
- Muy bien, ningun problema, apuntaré tu dirección y esta misma tarde escogeré los mejores y te los mandaré -
Me entregó una tarjeta en la que sólo ponía su nombre de pila y su dirección e-mail.
Me dio un apretón de manos que se me antojó más fuerte que de costumbre, me regaló una gran sonrisa y me dijo que esperaba que nos viésemos pronto.
- Ha sido un placer, Marién -
- También para mí -
Llegué a mi casa casi volando en una nube. No sólo por haber terminado ya ese mal trago de ir a una entrevista, si no porque parecía que había salido muy bien.
Quedaban ahora las pequeñas gestiones, avisar en el trabajo de que pretendía irme, con la antelación correspondiente y buscar entre mis archivos lo mejor que tenía para intentar impresionarles.
Lo envié.
Antes de que pasaran cinco minutos, tenía la respuesta de Lorena en la bandeja de entrada.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Capítulo dos. Sugerencias en el periódico.

Estaba en mi rutina de intentar pluriempleame cuando ví algo que me sorprendió en el periódico. Estaba en la sección de ofertas de trabajo un anuncio señalado que tenía algo que me hipnotizaba.
Buscaban jóvenes, del sexo que fuera, para unirse a una comunidad de espectáculos ambulante. Imaginé que sería algo así como un circo o tal vez obras de teatro de bajo presupuesto para niños o mayores. Me daba igual.
En principio no pedían que los aspirantes tuvieran demasiada experiencia, porque decía el anuncio, que formaban a las nuevas incorporaciones a manera de la escuela, para que así cualquiera pudiese interpretar cualquier papel llevando el sello de quienes les habían formado.
Me pareció interesante y llamé.
Me contestó una chica, supuse que joven, con voz melodiosa y embelesadora.
- Compañía Imaginarte ¿Dígame? -
- Ehm.. Hola... llamaba para informarme de una oferta de trabajo que vi en el periódico.. -
- ¡Por supuesto! - me interrumpió - le haré unas preguntas para tener el perfil en nuestros archivos... - se oyó un movimiento de papeles - perfecto ¿Podría decirme su nombre? -
- Marién -
- ¿Edad? -
- Veintitrés años -
- ¿Ocupación? -
- Mmmm - dudé entre en paro, empleada a tiempo parcial, perdedora... - pues ahora mismo estoy empleada a tiempo parcial como... como teleoperadora... pero estoy buscando algo que me llene más.. - intenté explicarme.
- Perfecto Marién, buscamos gente que desee algo nuevo - dijo alegremente - ¿Habilidades?
- ¿Perdón? - no entendí muy bien a qué se refería.
- Pues, eso, habilidades ¿Qué sabes hacer? ¿Sabes cantar? ¿Bailar? ¿Actuar? -
- Ahm... bueno pues, soy escritora, bueno... lo hago desde hace años - esperaba que no me pidiese algún premio de literatura - también escribo poesía así que... podría componer canciones... y actuar... bueno... si me enseñasen... yo...-
- Siempre que no tengas miedo al fracaso ni al público ja, ja, ja - rió despreocupadamente - bueno, por ahora parece que das un buen perfil, Marién, pero tendrás que venir a hacer una entrevista personal ¿Habría algún problema? -
- Ninguno, estaré encantada -
- Por cierto, tengo que avisarte, que, si eres seleccionada, en principio no tendrías sueldo -
- ¿Có-como?
- Sí, verás, a nuestros participantes noveles no les pagamos, digamos que compensamos el servicio que hacen para nosotros con las clases y la manutención, ten en cuenta, Marién, que viajarías con nosotros por todo el mundo a gastos pagados... y, bueno, tal vez, si siguieras con nosotros más años... entonces podríamos hablar de un buen sueldo.
- Entiendo... - ya estaba viendo venir un buen timo - ¿Tendré que desembolsar algún dinero para empezar?.
- No, no, para nada - dijo con voz.. como decirlo ¿Dolida? - de todas formas mira, las entrevistas personales serán la semana que viene, el miércoles, en el Edificio IFOL, a las once de la mañana... preséntate allí si te interesa y hablamos ¿De acuerdo? -
- De acuerdo, muchas gracias... -
- Lorena -
- Muchas gracias Lorena -
- Hasta entonces... Marién -.
No acababa de convencerme la idea, pero... el caso es que era una aventura. Yo nunca había vivido algo así y tampoco quería que se me hiciese demasiado tarde como para que el cuerpo no pudiera aguantar algo así.
Tenía unos cinco días para pensarlo, para ver si de verdad me atrevía a vivir algo tan intenso ¡Dios mío! Conocer el mundo y ¡No sólo eso! Conocerlo con gente joven que además tenía talentos artísticos de los que podría aprender... tal vez en algún país nos hiciéramos famosos y pudiéramos conseguir allí una buena vida. Además de que, por fin, podría tomar clases de algo a la vez que conseguía experiencia... tal vez fueran unos profesionales conocidos, quizá saliese de allí siendo una gran estrella. Era una gran oportunidad. ¿Por qué no intentarlo?
Al menos esto me permitía soñar de nuevo y si me iba mal pues... siempre podría volver aquí y seguir esta maldita rutina que me estaba matando los sueños. Esperaba con toda mi alma que ese momento no llegase jamás, quise pensar que si me cogían, sería porque realmente valdría para ello ¿No? Entonces... tal vez no llegaría el día en que tuviese que retornar a este agujero.
Al contrario de lo que cabía pensar, cada día que pasaba me hacía tener más ganas de intentarlo, cada noche me acostaba soñando con luces blancas impresionantemente grandes, telones de terciopelo rojo, aplausos... incluso cuando era realista y me imaginaba velas casi gastadas, telones de tela vieja... seguían estando los aplausos y... para mí era suficiente. Quería vivir esto. Era magia aunque fuese decadente.
Así que ese martes por la noche puse el despertador a las nueve de la mañana para poder llegar a tiempo, aunque eso significase faltar al trabajo.
No sabía entonces que aquel nimio gesto cambiaría el resto de mi vida.

martes, 16 de diciembre de 2008

Capítulo uno. ¿Realidad? Miseria

Me habían despedido de mi último trabajo basura. Estaba empleada por una ett como teleoperadora para una campaña temporal.
Ese era el resquicio final de una vida laboral que siempre había ido de capa caída.
Tenía tantas ganas de salir de mi casa que en cuanto encontré un trabajo medianamente rentable me aferré a él y escapé a un piso compartido. En aquel momento no me importaba demasiado que fueran desconocidos, quería tener mi espacio, mi intimidad, mi libertad, sin horas de llegada ni límites a la hora de gastar mi tiempo libre.
Al principio el sueño parecía no ser completo del todo y las discusiones medraban mi capacidad de seguir deseando una vida sosegada, así que, seguí trabajando y ahorrando durante meses para poder alquilar a mi nombre un piso y buscar a mis propias compañeras.
Iba de trabajo en trabajo, bueno, de trabajo basura en trabajo basura, y, cuando me quedaba en paro, daba clases o cuidaba a niños o.. en los peores casos.. vendía alguna posesión que tuviera algún mínimo valor. Incluso llegué a vender algo que hubiera podido cogerles a alguna de mis compañeras... siempre intentando que no se dieran cuenta o que fuera algo que no usaban demasiado (requería un seguimiento intensivo).
Al menos tenía mi afición siempre conmigo, me encantaba escribir y recitar.
Cuando daba clases a los niños, les infundía el amor por la lectura y les animaba a llevar diarios en los que pudieran describir su día a día y expulsar sus frustraciones y sus deseos y... bueno, todas esas cosas que quería para mí. A ellos no les hacía mucha gracia, pero les encantaba que les contase historias, que les leyese.
Les daba un poquito de mí.
Cuando estaba a solas en mi habitación escribía miles de historias, poemas, reflexiones... La gente leía todo aquello y me decían que valía para eso, que no lo dejase nunca y, la verdad, es que no podría aunque quisiera.
Ante sus ideas de que podría vivir de ello... en fin... escepticismo, era una escritora sin dinero ni mecenas y por mucho que intentase ahorrar, era o triunfar o comer... y mi naturaleza humana ponía claras las prioridades.
Aun así frecuentemente soñaba con encontrar un buen trabajo en el que cobrase mucho y trabajase poco, o al menos,que se equilibrase lo uno con lo otro, pero... sin acabar mis estudios ni tener titulación de nada en especial... veía dificil conseguir tal meta.
Iba viviendo el día a día con lo que me iba saliendo y dichosos eran los meses en los que estaba pluriempleada y podía consentirme con algún caprichito.
Al menos siempre me quedaba coger un libro e irme a parque a leer mientras el frío me ponía rojas las orejas o coger el periódico y simular llamar a todos esos trabajos maravillosos pensando que podría ser que me cogieran. Era buenísima simulando conversaciones y entrevistas convincentes hasta el extremo... quizá pudiera ganarme la vida como actriz... si me lo ofrecieran, sin duda lo intentaría.
No tenía demasiado desarrollado el sentido de la vergüenza y menos cuando podía sacarme de la cuneta apretujada y sobrepoblada donde vivía.
Eran tantas las cosas que creía que podría hacer... si me lo propusiese, si fuese valiente, siempre es lo mismo.
Por ahora tocaba buscar otro trabajo de escuchar gritos e insultos por teléfono de nueve a dos y de cinco a nueve. Ya casi me había conseguido quedar sorda por voluntad propia.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mientras mentías

Yo tenía frecuentemente un sueño. Era el mismo todas las noches, soñaba, que alguien, por una vez, me amaba sinceramente.
Siempre rogué que no me tomaran por la niña tonta que parezco pero, creo que ningún tipo de Dios escuchó mis plegarias.
Quise dejar la puerta entreabierta, lo suficiente como para dejar una luz de esperanza, pero no tanto como para que entrar llegase a ser fácil, pensando que, tal vez así, la curiosidad y el mínimo acceso llamarían la atención de alguien, pero estaba equivocada.
Y... se me han acabado las opciones a utilizar, si estando cerrada es demasiado dificil, abierta demasiado facil y con medias tintas no se llega a ninguna parte.
Salí a buscar.
Me senté a esperar.
Me dejé la garganta llamando.
Y se me congelaron los oídos de tanto escuchar.

Y ahora ¿Qué?

"Ayer me dijiste que tu me querías... pero todo fue mentira... ayer tu dijiste que tu me querías... pero todo fue mentira... ayer tu heriste la vida mía... y que grande fue la herida"

martes, 9 de diciembre de 2008

El capo.

La ciudad estaba volviéndose peligrosa esos días.
Parecía que en alguna parte había quedado un cabo suelto. Cosa impensable en aquellos momentos en que emergían cada vez mas oponentes.
En la sociedad de hoy el respeto era un arma en desuso, no se podía competir con esas mafias extranjeras sin escrúpulos, que no tenían otra cosa que peones baratos y totalmente prescindibles, más que componentes parecían meras cifras.
Nosotros tomábamos whisky en el bar de siempre, pero hablábamos menos que nunca.
Nos mirábamos unos a otros mientras descartábamos culpables. Por más desconfiados que seamos, no nos gusta mirar con recelo a un "hermano".
La gente hablaba de mi como "El Capo". Era su manera de hacerme justicia al modelo clásico, aunque lejos estábamos ya de la Italia de los años 30. Aun así me honraba. Me gustaba ver que veían en mí los valores tradicionales.
Nada que pudiese pensarse hace décadas.
Me pidieron que hiciese un movimiento más en el tablero. Yo tenía armas de las que ellos carecían y, tal vez eso, nos diera cierta ventaja en estos momentos.
Tuve que hacer algunas llamadas y armarme de valor.
Todo apuntaba a unos marroquíes que vendían drogas a menores (algo impensable entre nosotros, no son hombres para conducir, entonces no son hombres para consumir).
Sabíamos de qué manera podríamos, al menos, asomar la patita por la puerta, para ver qué se cocía en la cocina de nuestros nuevos vecinos.
Y allí estaba yo, una fría noche de diciembre, con un viento tan helado que era capaz, casi, de arañarme la cara.
Llegaba el momento.
Abrió la puerta un hombre de unos cuarenta años, con cara de pocos amigos que, cuando me vió, hizo una mueca entre divertida y placentera.
Levanté la vista y el sombrero dejó ver unos labios rojos, unos rizos rubios, un abrigo estrecho y al final, unos astutos zapatos de tacón.
Les faltaba ver el arma letal que viajaba bajo la falda... nada que ellos pudiesen, ni imaginar...

lunes, 8 de diciembre de 2008


Y si no soy capaz de amar... dime ¿De qué vale la pena morir?

domingo, 7 de diciembre de 2008

Todos son Álvaro

Álvaro es Él. Por eso todos son Álvaro.
Pero ¿Quién es?
Es indeciso, puede ser cualquiera.
Pero entonces ¿Sabes cómo es?
Sí, por supuesto. Es apasionado y delirante. Inteligene y misterioso. Es noche y día. Es un círculo. Completo.
Ya... yo preguntaba ¿Es alto, es bajo?
A veces de todo, pero sí es muy guapo. Tiene unas facciones cuidadosamente dibujadas. Suena como a música si ríe a carcajadas.
Dime ¿Que te gusta? ¿Acaso son sus ojos? ¿Es su sonrisa?
Es como sabe sorprenderme en cada cita.
¿Acaso eso es verdad? ¡Oh! ¿Cómo os conocistéis?
Fue una noche en mi cama, hacia las seis.
Estábamos mirándonos, casi dormidos, él trataba de engañarme, yo de defenderme y ninguno pudimos.
Y desde entonces... dime ¿Qué ocurría?
Pude abrazarle en aquel tejado mientras moría.
Álvaro trataba de escapar del mundo entero, pero siempre encontraba mi nombre en ese agujero y desde entonces, ya somos uno, por eso Álvaro son todos o ninguno.
¿Ha muerto? ¿Y como estás?
Álvaro renace cada noche en madrugada.
¿Pero qué es lo que dices? ¿Acaso revivió?
Álvaro vive por mí ¿Acaso no estoy yo?
No acabo de entenderlo... dime ¿Donde está?
No lo se exactamente, pronto llegará.
¡Qué nervios! ¿Cuando llega?
¿Tú crees que importa eso? No importan las maneras, si sabes que eso que está llegando es lo que esperas.
Pero ¿No estás nerviosa? Si es que tanto le quieres...
¿Cómo estar nerviosa y sé tan bien quién es? Es un poco de mí, un trozo de mi alma, y sé que cuando llegué no habrá otra cosa igual.
Por eso mientras tanto, sigo haciendo mis planes, vivo cada noche con sus sueños y disfraces. Y mientras, imagino, como será al llegar. Si llevará la misma ropa ¿Me abrazará?
Sé que es principio y fin. Piel de marfil y alma de lobo. Sé que vive rodeado del mundo y está solo. Sé que en algún momento nos tendremos que encontrar. Sé que somos piezas de este puzzle a terminar.
Cómo me gustaría...encontrar algo así.
¿Acaso no lo tienes ya? ¡Esto es el fin! Álvaro lleva conmigo desde que nací.
¡Qué suerte tienes! ¡Has encontrado amor!
Porque cuando empecé a creer en que existía... Álvaro nació.