martes, 23 de diciembre de 2008

Capítulo seis. Charlas a media noche.

Antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos subiendo las escaleras hacia mi piso. Iba pensando en si tendría tal o cual cosa tirada por en medio y me moría de vergüenza.
No hablábamos, pero notaba su tenue presencia a mi espalda.
Saqué las llaves para abrir la puerta y tuve que ayudarme de ambas manos para hacerlo puesto que una sola, por los nervios, se negaba a colaborar.
Pasamos y le invité a sentarse en el sofá.
- ¿Quieres algo? - le ofrecí.
- Me gustaría... ver tu habitación ¿Puedo? -
- Ehm... - dudé - claro, es... la segunda puerta a la derecha -
- Gracias, Marién -
Le indiqué el camino y yo me dirigí al cuarto de baño.
Me miré en el espejo. Aun estaba maquillada y peinada para la gran cena. Me pasé un algodón con desmaquillante por la cara y luego me la lavé con agua muy fría.
Me deshice la coleta... me lavé los dientes... por amor de Dios ¿Qué es lo que quería? ¿Por qué había querido subir a mi casa?
Intentaba llevar la situación lo más tranquilamente posible, pero las preguntas se agolpaban en mi cabeza sin piedad.
Respiré hondo.
Suspiré.
No estaba segura de tener fuerza suficiente como para abrir la puerta y dirigirme hacia mi habitación, no sabía que podía encontrarme. Me senté en el suelo y me dije a mí misma que, pasara lo que pasara, yo tenía el control.
No sabría como definirlo, pero cuando estábamos en una misma sala, notaba como él podía leer directamente en mi mente, mis pensamientos, me sentía vulnerable e invadida. Aun así no era una sensación desagradable, sólo dulcemente comprometedora.
Abrí la puerta lentamente para intentar llegar hasta mi cuarto sin hacer ruido y así ver qué era lo que estaba haciendo.
Me sorprendí al verle ojeando mis borradores.
Levantó la vista y clavó sus ojos en los míos.
- Esto es muy bueno - dijo con un hilo de voz.
- Gracias - contesté apoyándome en el marco de la puerta.
Le miré mientras leía. Parecía concentrado y maravillado a la vez, incluso apuntaba cosas al márgen con un lápiz.
- ¿Por qué has tachado esta frase? - me dijo haciendo una mueca - me parece maravillosa.
- ¿Cual? -
"Algún día te rescataré, te rescataré del tiempo y la tristeza"
- Es una antigua promesa que... bueno - miré al suelo - nunca se llegó a cumplir. A veces - proseguí - la escribo por inercia, una y mil veces, mientras intento inspirar algo distinto a mis manos.
Cogió unos cuantos folios y se tumbó en mi cama.
- Acuéstate conmigo - dijo dando unas palmaditas en la mitad derecha de mi cama.
- De... acuerdo -
Cuando estuve tumbada a su lado me dio los folios y me hizo una petición.
- Lee para mí -
Leí durante horas alimentado su tierna sonrisa que a cada palabra parecía más amplia.
Justo cuando terminé el último poema, se incorporó y se sentó apoyándose en la pared.
- Ha sido una noche maravillosa -
- Me alegra que te haya gustado - en ese momento me alegré de que fuese tarde y la luz de la luna no pudiera desvelar mi sonrojo.
- Ahora he de irme, las clases empezarán pronto y tengo que ir hasta mi casa a recoger todo el material - se levantó y se puso los zapatos - tú descansa, necesitaremos esa mente despierta cuando te incorpores la semana que viene - sonrió.
- Vaya... no sabía que te irías tan pronto -
- Nos veremos antes de lo que crees -
Me dio un beso en la frente y mientras andaba hacia la puerta por el pasillo dijo en un tono más alto.
- Creo que pronto podré conocer esta casa como la palma de mi mano -
Soltó una carcajada.
Toda la noche había sido muy extraña, parecía que había vivido una vida entera en tan sólo unas horas y ni siquiera sabía cómo debía sentirme.
Carlos tenía una belleza extraña e inusual, parecía capaz de fundirse con una persona en cualquier momento.
Me acordé del primer día de la entrevista con Lorena y cómo ella supo hacer que me tranquilizase con tan sólo unas palabras, como si supiese lo que sentía, como si supiese transmitirme algo que me hiciese cambiar.
Carlos también lo conseguía, estando a su lado el tiempo dejaba de pasar y parecía que podía multiplicar la duración de los segundos, sin que ello llevase a tener la sensación de que las veladas se hacían eternas y pesadas.
Oí cerrarse la puerta de entrada y me hundí en las sábanas (que aun conservaban rastros de su caro perfume). Me pesaban los párpados y... lentamente sucumbí al sueño.
Entonces le vi entrar por la puerta.
Se quitó la chaqueta y la tiró al suelo, apoyó sus rodillas en el borde de mi cama mientras se aflojaba la corbata negra de seda y fue apoyando su cuerpo contra el mío.
En ese momento levantó la cabeza y sus ojos eran pasionales y fieros. Me miró y respiré profundamente, como si fuera a sumergirme en una piscina, él respondió sacudiendo la cabeza y cuando volvió a mirarme sus ojos habían vuelto a la normalidad.
Se acercó lentamente.
Noté su cálido aliento en mi oreja cuando dijo:
- No, a ti no puedo hacerte esto -

2 comentarios:

Fidias dijo...

Mira que te conozco relativamente poco, y aún así, se que la protagonista es muy tuya jeje. No cabe duda.

Nanah dijo...

Me alegra que sigas leyendo la historia xD y bueno... muy mía... es inevitable meter algo biográfico en toda obra que se haga ^^