domingo, 21 de diciembre de 2008

Capítulo cinco. Los niños prodigio.

Carlos me ofreció una silla a su lado y me senté sin mediar palabra. Iba a contestar a su presentación con un "igualmente", pero estaba demasiado sorprendida como para ser capaz de decir nada.
Me sentía un tanto fuera de lugar.
Algunos estaban terminando sus postres y el camarero nos ofreció la opción de tomar un chupito del licor de la casa o tomar una infusión. Decidí pedir una tila, ante la mirada divertida de algunos de los comensales.
- Ahora mismo se lo traigo, señorita - dijo cortesmente el camarero.
Se hizo un silencio incómodo entre los presentes. Entre los novatos había miradas cómplices y sonrisitas, que suponía habían surgido de comentarios durante la cena.
Fueron los profesores los que empezaron a hablar.
Se empezaron a presentar uno por uno.
Ana era la profesora de arte, Félix el profesor de canto, Luis el profesor de literatura y Carla y Gonzalo eran los profesores de baile.
Carlos se dio por presentado, estaba más atento a las reacciones de los comensales que a tener en cuenta que sólo la mitad de la gente allí sentada le habían oído presentarse.
Luis sacó algo del bolsillo.
- Marién, me he permitido imprimir algunos de tus textos, los que más me gustaron y querría que nos leyeses alguno para amenizar la velada -
- Yo... bueno... -
- Que no te de vergüenza - dijo Lorena - estos serán tus compañeros durante mucho tiempo. Cuanto antes mejor ¿No? - sonrió.
Empecé a leer.
Al principio casi perdí el sentido del equilibrio. Notaba como la sangre abandonaba mi cuerpo para subir a mi cara a toda velocidad y cubrí mi rostro con el papel.
- Ve bajando las manos lentamente - me dijo Carlos en un susurro.
Poco a poco fui haciéndole caso.
Mas o menos en el décimo verso fui capaz de levantar la vista y vi sus expresiones. Intuía que algunos estaban emocionados, aunque sus rostros seguían estando enteros y altivos.
Los nuevos alumnos no prestaban mucha atención, pero pude ver muchos ojos brillantes entre la alta esfera de la escuela.
Eso me hizo sentirme mucho más segura de mí misma y pude darle más énfasis al poema, hasta que a mí misma se me erizó la piel.
Cuando terminé, incluso las mesas cercanas aplaudieron.
Agradecí asintiendo levemente y bajé la mirada al suelo.
- Me ha encantado, Marién - dijo Lorena poniéndose la mano en el pecho - creo que tu primera labor con nosotros será participar en los diálogos de la obra que estrenaremos proximamente, quedan tres meses ¿Crees que serás capaz? -
La proposición me pilló de sorpresa ¿Sólo tres meses?
- Yo.. estoy dispuesta ¡Claro! Haré todo lo que pueda... -
- No te preocupes - dijo Carlos - tenemos casi la mitad de la obra ya adelantada, en un mes, con tu ayuda, Luis y yo ya estaremos preparados para enseñársela a los demás -.
- Así sea, me encantará participar - concluí.
En ese momento entre los profesores se empezó a comentar cómo sería la obra y se les dijo al resto de los nuevos alumnos los papeles secundarios que tendrían que prepararse (por supuesto, los papeles principales eran para los más veteranos) y todos parecieron ansiosos por obtener a su personaje lo antes posible.
Yo les miraba sin empaparme demasiado de la conversación mientras pensaba en si sería capaz de llevar a cabo una tarea tan compleja. Al menos contaba con la ayuda de dos maestros.
Se hizo tarde y ya era hora de marchar a casa, yo me entretuve contestando una llamada de mi madre dentro del restaurante, fuera hacía un frío glacial.
Cuando fui a salir, vi a Carlos esperándome.
- Te acompaño a tu coche, a estas horas no es seguro que ande una chica sola por estas calles - dijo abriéndome la puerta.
- Muchas gracias - dije con una leve sonrisa - me alivia tener a alguien que me acompañe - admití.
Caminamos juntos y en silencio. Mi sorpresa llegó unos metros más arriba.
Ni siquiera me había fijado pero había aparcado en la salida de un parking y mi coche estaría ahora en posesión de la grúa municipal.
- Te acercaré a casa -
- No te preocupes, cogeré un taxi, no estoy lejos de casa... -
- Más a mi favor entonces - me cortó Carlos - ahora ya no puedes negarte a mi ofrecimiento -
- De verdad... no hace falta... cojo un búho y... en veinte minutos estoy allí - dije, intentando disimular mi timidez.
- Insisto - dijo tajante cogiéndome del brazo y llevándome calle abajo.
Una vez que entramos en su coche no pude disimular mi curiosidad y tuve que preguntarle.
- Tengo... curiosidad... - empecé a decir, aunque no sabía como expresar bien lo que quería preguntarle - sois... muy jóvenes para ser ya... maestros y... -
Carlos se empezó a reir.
Miré fijamente a mis rodillas temiendo haber dicho alguna estupidez.
- Es una historia un tanto increíble, pero me alegra que me hayas preguntado lo que todo el mundo piensa y nadie dice... - me miró risueño - somos niños prodigio.
- Hombre... sois jóvenes, pero tanto como niños... -
Ahora Carlos estalló en carcajadas.
- No me refiero a eso - dijo entre risas - nosotros nos fuimos conociendo en concursos de talentos cuando éramos pequeños, somos de varios países distintos, aunque todos europeos, con el paso del tiempo decidimos hacer algo a nuestra manera, así que tratamos de mantener el contacto durante años y... bueno, cuando vimos el momento, lo aprovechamos - explicó con una sonrisa aun en los labios - así nació Imaginarte.
Me miró a los ojos, divertido.
- Curiosa historia - le devolví la sonrisa.
Después de unos segundos me di cuenta de que le estaba mirando como una tonta. Al quitar la vista de su rostro me di cuenta de que habíamos llegado a mi casa.
- Bueno... ya hemos llegado, aparca donde puedas que vivo aquí al lado -
Paramos y me desabroché el cinturón de seguridad.
Abrí la puerta y oí su voz a mi espalda.
- ¿Puedo subir? -

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