miércoles, 21 de enero de 2009

Conexiones

La ignorancia amenaza con alcanzarme cada vez que tengo en cuenta cuan enorme es el mundo.
Sé que en alguna parte, en este instante, nace una vida cuyos méritos desconoceré posiblemente durante toda mi existencia. Un nuevo libro está siendo escrito y una nueva canción compuesta que tal vez nunca lea ni oiga.
María José me dijo que no lo intentara, que ni siquiera en mi imaginación cabía lo infinito y que por mucho que me empeñara, mi mente no daría para todo lo que yo esperaba.
Aun así, sigo luchando contra su sabiduría, pero al decir las palabras erróneas en el momento menos adecuado, me doy cuenta de que la realidad escapa a mi control. Me gustaría no hacer más daño con unas palabras que, jamás pensé, tendrían tanto poder.
Cuando una sóla persona puede leerte y sentir algo estás rozando un nivel de expresión que puede llegar a mover montañas.
Sigo siendo mis palabras y las palabras que me llegan. Las personas ya no me hacen sentir nada por sí solas.
Correteas por el mundo buscando algo, sin saber bien por qué, como cuando buscas en la nevera presa de un hambre específico y desconocido, esperando el insight.
Acabas dándote cuenta de que nada es tan perfecto como lo fue en primer momento en tu cabeza y rechazas la idea de que realmente la imaginación sea algo tan maravilloso.
Puede ser que unos nazcan para crear y otros para disfrutar lo que los primeros creen. Y así se mueve el mundo.
Bien saben los que escriben historias de amor, que nada se mantiene intacto tanto tiempo. Que no hay amores que atraviesen el tiempo y perduren por siglos, al menos no hoy, no en este mundo.

Y al final te ves encerrada en la espiral de siempre, en el que todos son conocidos de amigos y amigos de conocidos y nunca sabes en qué historia te estás metiendo. Nunca sabes quien fué el qué de quien y todo se vuelve borroso y confuso.
Cuando todo tiembla y se resquebraja puedes ver que el que realmente pudo descubrir la grieta fue el que vino nuevo, como viene nueva el agua y en invierno rompe las más duras rocas.

Entonces vuelvo al principio y pienso... si el que puede permitirse romper una realidad entera es el que llegó sin saber nada... cual es el valor del saber. Tal vez sea mejor no saber nada y alegar ignorancia ante las detonaciones.

Yo no sé nada.
No he oído nada.
Ni siquiera estuve allí.

¿Nada es igual que antes? Ojalá pudiera contarte lo que ha pasado pero... no lo sé.

1 comentario:

Isi G. dijo...

Bonita reflexión ;)

Besotes^^