domingo, 13 de diciembre de 2009

Los monjes llevan piedras

Los vi subir la colina desde la ventana de mi habitación en la academia. Dos vestían de blanco y uno de gris.
El hombre que vestía de gris tenía abundante pelo blanco y una larga barba. Tenía la piel morena. Todo en conjunto le daba la imagen de un indígena solemne.
Los otros dos tenían la piel más clara, eran de pelo oscuro y parcialmente calvos.
En las manos de los tres había un gran listón de madera que llevaba de una mano a otra, aparecían por debajo de las mangas de su túnica. A cada extremo del listón iban dos grandes piedras atadas con cuerdas rudimentarias.
Lo llevaban siempre, fueran donde fueran.
Siempre pensé que era algo disciplinario, tal vez de alguna religión, tal vez de alguna tradición, a más peso, más carga, más resistencia.
Pese al aspecto venerable que tenían, yo intuía una maldad oculta en ellos. Cerré los ojos y les imaginé, tan nítidamente como si fuera una alucinación, atacando a unos hombres en un riachuelo.
Les ví sacar dagas emblemáticas y cuidadas de debajo de sus túnicas y atacar a esos hombres abriéndolos en canal. Todo estaba lleno de sangre.
Los cuerpos sin vida se iban hacia el fondo o eran arrastrados por la corriente sin que en las caras de aquellos ancianos se mostrara la más mínima mueca de disgusto, de tristeza, ni de culpabilidad.
Tercos y serenos. Asesinos.
No lo había visto realmente, pero lo creía como una verdad universal.
Ese día me sentí extraña. Todo parecía moverse muy lento. Los sonidos, las palabras, las conversaciones de los demás flotaban en el aire, como detenidas en el tiempo. Las letras esperaban que las mirase para existir.
Llegué a mi habitación y caí como drogada en un sueño profundo.
Al despertarme había alguien a mi lado. Era un compañero de la academia que me había oído gritar mientras dormía y vino a consolar mi sueño.

- ¿Qué te ha pasado? -
- No lo sé, me siento muy rara desde ayer -
- Pero ¿Qué...?

No pudo terminar su pregunta, ambos vimos como tres mariposas con manchas moradas y beige entraban en la habitación y revoloteaban en círculos sobre la cama.
Él fue a tocarlas porque las teníamos muy cerca, pero en seguida me di cuenta de que eso sería un error.
Volví a tener una "visión". Para ser sinceros tuve la misma visión pero un poco más atrás en el tiempo.
Vi de lejos el riachuelo y los hombres que murieron cuando aun estaban vivos.
Vi como una nube de mariposas se redujo hasta convertirse en tres y de cada una de ellas poco a poco fue mutando uno de los tres monjes.
Paré a mi compañero y me acerqué yo.
Tracé un círculo con las manos alrededor de las mariposas, como si hubiera una esfera que acariciar. Entonces vi cómo se convertían en dos.
Volví a hacerlo y quedó solamente una, más grande y más hermosa.
entonces cogí un desodorante en spray y un mechero y procedí a prenderle fuego.
Mientras el fuego la abrazaba la mariposa comenzó a mutar. Empezó a convertirse en una extraña rata negra con hocico de cerdo.
Así hasta completar un cuerpo entero como un cerdo en miniatura. Le salía una extraña sustancia viscosa y gris por los orificios, como si algo hubiese reventado por dentro.

Era un señuelo, ya sabían que conocía su secreto.

4 comentarios:

Isi G. dijo...

Vaya sueños más raros tienes... Por cierto, qué pirómana eres xDDDD

Besotes^^

Grace dijo...

El final me ha parecido excelente!

N dijo...

Hey muñeca soñadora! buen año.

Exitos (y continua escribiendo así nosotros continuamos leyendo)

Sandra dijo...

Nanah, Feliz Año!!
Te espera un premio en mi blog ^^

Besos!

PD: No estoy segura de que quisiera estar en un sueño contigo ;)