sábado, 11 de julio de 2009

Desastres

No era un día demasiado diferente a cualquier otro.
Allí estábamos Amanda y yo en el supermercado, comprando.
Algunas tonterías para picotear y bebidas. Luego daríamos una fiesta con algunos amigos en la casa de Amanda que estaba vacía. Sus padres habían decidido darnos a todos un respiro para poder vernos en un lugar a cubierto.
Estaba siendo un otoño algo problemático.
En nuestra ciudad nunca habíamos tenido problemas demasiado graves en cuanto a cambios climáticos o meteorológicos, pero este otoño estaba sembrando el caos. Fuertes vientos, lluvias... un panorama mucho más peligroso y gris que cualquier otro año.
Aun así nada salía de algo normal. Molesto y, quizá, un poco angustiante, pero normal.
Nosotras, bueno, jugueteabamos en el supermercado, llevabamos botas para saltar luego en algún que otro charco. Lo que más nos molestaba era no poder salir como antes sin llegar a casa hechas una sopa, pero nada más.
Estábamos inmersas en nuestras compras de dulces desaforadas, cuando vimos un aluvión de gente entrar en el supermercado.
En un principio pensamos que estaría lloviendo a cántaros en la calle y que la gente entraba para refugiarse. Aprovechamos que las calles estaban vacías para terminar nuestras compras y disponernos a una carrera bajo la lluvia.
Cuando pasamos la caja y cogimos las bolsas, la gente empezó a mirarnos de una manera extraña. Oímos murmullos.

- Pero.. ¿Qué hacen? ¿Están locas? -

Nosotras nos reímos. Carcas. Incluso ignoramos a quienes nos aconsejaban no salir. Bien es cierto que podríamos resbalarnos en la calle o incluso coger una pulmonía, pero.. eso son exageraciónes. Además Amanda vivía al final de la calle.
Cuando estuvimos en las puertas del supermercado vimos a una niña en medio de la calle mirando hacia el frente, hacia nuestra izquierda, calmada y con la mirada totalmente perdida.
Entonces una fuerte ráfaga de aire nos revolvió el pelo.
La luz del centro comercial se apagó y algunas ventanas lejanas reventaron.
Nosotras nos abrazamos y nos pusimos de rodillas en el suelo.
Era aterradoramente maravilloso.
Un tornado.
Un tornado blanco, en mitad de una noche oscura y gris. Opaca.
Era como un embudo de algodón de azúcar que se contorneaba sobre un mar de espeso chocolate. Chocolate intensamente negro.
Ni siquiera pudimos movernos.

No sabría explicar cómo pasó, pero en menos de un segundo lo teníamos prácticamente encima, es como.. como si hubiéramos estado horas paradas o como si viniese hacia nosotros a toda velocidad.
Me abracé a Amanda con todas mis fuerzas y ambas agachamos la vista hacia el cielo.
Intentamos cubrirnos tras un buzón de correos cuando vimos a ese gigante de aire correr desesperadamente hacia nosotras.

¿Cuánto tiempo pasó? Indescifrable. De segundos a horas.
Sólo noté algún estallido a mi espalda y una descarga de cristales encima. Tal vez más de una. Para mí todo aquello era un bucle que no hacía más que repetirse.
Pero al final todo acabó.
Abrí los ojos y por delante pasaba siempre la misma imagen. La de ese tornado pasando por delante de mis ojos a la velocidad de la luz.
Miré a Amanda. Estaba bien.
Me sacudí los cristales y giré la cabeza. En el supermercado la gente empezaba a levantarse del suelo, se miraban unos a otros llenos de pasmo y se preguntaban si todo iba bien. Se palpaban el cuerpo como si pensaran que el tornado les hubiera robado algo.
A saber.

Instintivamente miré a la carretera. La niña ya no estaba. Ni tampoco había una sola lágrima en la cara de los presentes...
¿Realmente estaba allí?


3 comentarios:

Hellion dijo...

uyyyy estuvo genial esta historia , saludoss.

Isi G. dijo...

Genial, Nanitah^^

mary de belle dijo...

igual algun dia ahi¡¡...el verdadero sueño americano. pertenecer a una gran tormenta¡