jueves, 3 de septiembre de 2009

¿Dónde estabas?

Llevaba mucho tiempo pensando en lo asquerosa que estaba siendo mi vida. El mundo seguía avanzando sin mí.
Sólo guardaba el dolor de los hombres que me dejaron. La tristeza de la soledad y la envidia del amor bien encontrado.
Tuve que ir a clase de maternidad sin quererlo siquiera. Cuando vi todas esas maniquíes espatarradas y todas esas piezas que inspiraban profundo terror sueltas sobre algunas mesas... me sentí en medio de una fábrica de los horrores.
Un horror que sólo una mujer puede comprender.
Mientras estaba allí, intentando atender las explicaciones, solamente podía pensar en todos los que no me harían estar así algún día. La familia que año tras año se hacía más y más lejana.
Veía a todas mis compañeras vestidas de blanco, divertidas, charlando animadamente y me sentí aun mas antisocial que de costumbre.
Sólo tenía ganas de llegar a casa y llorar. Enterrarme entre las sábanas y quedarme allí para siempre.
Puede que fuera por lo mal que comía los últimos días o tal vez fuese que mis fuerzas me abandonaban porque no creían que seguir tuviera sentido. Pero mientras la práctica continuaba, mi cabeza decidió dejarme de lado.
Empezaron a distorsionarse los contornos de mis compañeras, la mesa, los maniquíes... para cuando quise darme cuenta la realidad estaba más en vertical que en horizontal.
Luego nada.

Estuve unos minutos inconsciente tumbada sobre una camilla. Todas mis compañeras me observaban y se lanzaban miradas cómplices. Daba la sensación de que todas se esperaban algo así (¿Tan mal se me veía? Yo no creí que fuese tan evidente).
Cuando ya pude abrir los ojos le vi allí.
Entraba con el rostro contraído por la preocupación.
Yo.. ¿Cómo decirlo? No sabía quien era.
Era alto, guapo y fornido. Tenía unos rasgos muy masculinos bien definidos, pero sutiles, casi dibujados. Llegó, me tomó entre sus brazos y me acarició la cara mientras preguntaba "¿Qué le ha pasado?"

- Cariño ¿Estás bien? - casí podía palpar sus lágrimas.
- Sí.. ehm.. no ha sido nada -
- Vámonos a casa, anda -

("¿A casa?")

Conseguí incorporarme por mí misma y levantarme de la camilla. Salté, con un poco de esfuerzo, y me puse de pie a su lado. Me abrazó y entonces lo recordé todo.
Le quería.
Le quería a morir.
Y le conocía. Al menos le conocía lo suficiente para quererle.
A mi memoria empezaron a llegar recuerdos difusos, quizá demasiado lejanos, quizá algo había pasado para no tenerlos ahí, pero cuando vi sus ojos mirándome muy de cerca supe que él había estado en mi vida durante mucho tiempo.
No sé si fue la forma en que mi cabeza encajaba perfectamente bajo su barbilla, si eran sus cálidas manos en mi piel, o si era su dulce voz al susurrarme... no sé qué fue lo que me recordó todo.
No sé si, simplemente, empecé a imaginarme una vida con él.

Sea cual fuera el caso, en ese momento me di cuenta de que estaba enamorada, tal vez no lo hubiera estado antes, tal vez no lo estaba realmente, pero creo que lo que sí tuve muy claro, es que podría enamorarme de él.

Bienvenido a casa, cariño.

1 comentario:

Isi G. dijo...

Precioso texto, nena^^

Besotes!!!!!