lunes, 14 de septiembre de 2009

Juguetes (sueño) educativos

Hacía unas semanas que estaba recibiendo, por parte de unos y otros, unos juguetes un tanto extraños. Los tenía al lado de la cama porque eran grandes y no sabía muy bien donde podía (o quería) meterlos. No me gustaban demasiado.
Los más grandes y llamativos eran tres, una caja de música con sorpresa (de estas que en un momento se abren y sale una graciosa cabeza de payaso disparada), un duendecillo de unos... no sé, ochenta centímetros de altura y una pequeña maqueta de una ciudad con un trenecito eléctrico que estaba tapado con una cúpula de plástico para que nadie metiera sus dedazos en ella.
Me acostaba cada noche dándoles un vistazo receloso, pensando que tal vez cobrarían vida mientras yo dormía e intentarían asfixiarme con la almohada o algo peor... al menos el duendecillo tenía dedos prensiles... podría hacer cualquier cosa...

Mi madre y yo volvíamos a casa, de repente, paró en una rotonda y me dijo "Tengo algo que hacer aquí, ven conmigo o espérame en el coche". Decidí bajarme con ella, no quería quedarme encerrada allí.
Nos acercamos a un cajero y entonces ya pude olerme el pastel.
Allí había un hombre de tez oscura y pelo casi a media melena, era un tipo que hacía mucho tiempo había ocupado uno de los pisos que tenía mi madre en el centro y que al final se marchó dejando la casa hecha un cuadro y debiendo dinero.
Mi madre, seamos sinceros, no anda falta de líquido, pero ella es así. Como diría cualquier pez gordo "La pasta es la pasta ¿No?"
Yo ya le había dicho muchas veces que por el dinero que le debía no valía la pena estar constantemente buscando a ese hombre, que era mejor dejarlo pasar, total, más vale vivir tranquilo que andar buscando pelea. Parece que lo consideró un mal consejo, vete a saber.
Mi madre se acercó al hombre ya con la idea de ridiculizarle en la calle.

- Así que a mí no me pagas ¿Eh? Pero por lo que veo dinero tienes, que estás sacándolo del banco... muy bien, muy bien, tal vez ahora tengas algo en las manos que debas darme -

El hombre agachó la cabeza y resopló. Ni nos miró a la cara.
Allí, en la sucursal, también había una mujer joven con un carrito y un bebé que miraba la escena atónita sin saber muy bien a qué venía el espectáculo.
Yo no sabía donde mirar ni donde meterme.
El hombre se fue mientras mi madre le gritaba improperios y agitaba los brazos para que todos la vieran (un espectáculo) y yo, desde mi conocimiento de la sociedad, pude ver en su cara que ya había sido la gota que colmaba el vaso.
Le vi llegar a su coche, abrir la puerta y entrar. Pero cuando le vi salir de nuevo supe que algo iba mal.
Él se acercó con una pistola en las manos y antes de que pudiéramos darnos cuenta le estaba disparando el primero de tres tiros a mi madre.
La mujer del carrito me cogió de los hombros para protegerme o para no dejar que me inmiscuyera, no lo sé con seguridad. Sólo sé que en cuanto el tío tiró el arma, la cogí y le pegué un tiro en la pierna.
Reacción absurda. El ser humano es incomprensible.

Dos minutos después apareció un grupo de hombres, todos parecían conocer a tal sujeto, vinieron para llevárselo al hospital y ya de paso se llevaron a la fuerza a la mujer con el carrito (que algo debía pintar en todo este asunto, no valían las coincidencias).
Mientras llegaba la policía, las ambulancias y todo el resto de servicios de emergencia yo me quedé pensando en cómo salvar a la mujer del carrito, pensé en enterarme de dónde la tenían y tal vez, sólo tal vez, entrar por algún tipo de conducto o chimenea como lo haría papá noel... como lo haría...



Dios mío... todo había sido un sueño... los tiros, el hombre, la mujer del carrito... parecía tan real... me giré y vi un nuevo muñeco al lado de mi cama, era un... ¿Papá noel? Pero si estábamos a finales de verano... ¿Qué pintaba ahí? ¿Sería por el sueño?
No sé cómo no me desperté antes, porque el muñeco estaba cantando y a su compás se estaban moviendo los demás, como si fuera la pieza que faltaba en todo un engranaje.
Le di un golpe en la cabeza esperando que se callase. Se hizo el silencio, pero en menos de diez segundos volvió con la cantinela.
Le volví a golpear, pero ocurrió lo mismo.
El muñeco era grande, mediría un metro de alto más o menos y estaba hecho de plástico duro, como las muñecas de antes, que son huecas por dentro y muy duras por fuera. Me lo senté en el regazo para poder buscar mejor el resorte que lo apagaba y lo encendía, algún botón o lo que fuese.
No encontraba nada de nada hasta que por fin posé la mano entre las piernas del muñeco y allí estaba, a modo de genitales, el botón de encendido y apagado.
Lo pulsé y el botón quedó retraído hacia dentro... fue cuando vi el espectáculo más aterrador y dantesco de toda mi vida.
Vi como los juguetes comenzaban a derretirse.
Perdían el color lentamente, se volvían grises y mustios, algunos, como el payaso, parecía que empezaban a derramar gotas de sus ropas, del gorro, del cuello... sus rostros se contraían y estiraban, se desfiguraban, los ojitos negros y profundos se les salían con un gesto de terror y súplica y todos TODOS los que tenían cara, la giraron hacia mí a punto de soltar y grito desgarrador y horrible.
Cuando vi que empezaban a abrir las bocas con el rostro clavado en mi cara, decidí no arriesgarme y volver a apretar el botón.
El botón salió como si el muñeco tuviera una erección y, entonces, todo recuperó de nuevo su color, su forma y los muñecos empezaron a moverse al son del papá noel de plástico.




Esta vez sí que DESEÉ con todas mis fuerzas que esto fuera un sueño...

1 comentario:

Isi G. dijo...

Qué sueños más extraños :S

Besotes^^