lunes, 24 de noviembre de 2008

Todas esas bocas

Hoy me gustaría abrir un paréntesis. Uno totalmente anónimo. En él podría perder mi nombre y mi edad, mi pasado y me ayudaría a descubrir quien soy realmente.
Me ayudaría a conocerme, a formar mi imagen a base de impulsos y olores, como si fuera una pantera encerrada en la selva buscando el barrote falso por el cual salir.
Y les veo. Solos. Indefensos. Y me gustaría besar todas esas bocas, recorrer con mis dedos todos esos cuerpos y dormir, entre férreos y moldeados brazos. Cada noche, unos distintos, con una fragancia mutable en distintas sábanas.
Si no tuviera... que... darle explicaciones a nadie. Nada podría pararme. Nada.
¡Esos malditos lazos culpables! Se atan como sogas en mis miembros, en mi cuello.
Me retuerzo en la cama de ganas de salir de mí, de probar, de conocer, de rozar todos esos cuerpos mojados en lujuria y pecado. ¡Sí! ¿Por qué no? Dime hasta cuando seré bella y jóven para que me utilicen, para que se prenden de mis ojos, de mi tersa piel.
Si me quedan los días contados para ejercer de musa.
De amante de fin de semana.
De muñeca de porcelana.
Dime qué sería de mí si tu boca me besara. Todos los que fueron tú. Ellos... y su extraña belleza. Sus ojos brillantes, sus manos juguetonas y cada una de esas sonrisas de niños malos... son demasiados.
Soy minoría.
¿Y si me rindiera? Lo estoy deseando.

No hay comentarios: