lunes, 6 de abril de 2009

Compartiendo escena (Diario de Sara)

En el hospital siempre había estado bien, aquí ellos no pueden entrar, al menos no hasta donde yo estoy. Pero esta enfermedad me está matando.
El doctor dice que me voy a poner bien pronto, que tengo que bajar a su planta a verle cada semana y ser rigurosa con la medicación.
Esta mañana cuando bajaba, me he encontrado con otra mujer ingresada y me ha dicho algo muy raro, algo sobre un tumor que me produciría las alucinaciones, pero no ha sido eso lo que más me ha llamado la atención, sino el hecho de que lo tuviera su agente de la condicional.
No sé si me estoy volviendo más paranoica o empiezo a ver la luz.
Esa gente existe, sí, y no sólo en mi cabeza. Tal vez las alucinaciones se hayan basado en ponerles una ropa igualitaria, como un uniforme, o en cambiarles los ojos... pero quizá eso lo haga mi cerebro para reconocerles mejor.
Tiene que ser algo así.
En serio, me perturba pensar todo esto, yo ya asumí que estaba enferma y vivía bien entre esta nube blanca de personas y yeso, pero ahora... ahora tal vez las cosas sean diferentes.
Hoy pienso intentarlo, pienso escaparme. Al menos salir unos pasos más allá de la puerta principal del hospital y comprobar si están ahí, si veo a alguien.
No creo que aquí tarden mucho en buscarme cuando vean que no estoy, por lo que tampoco será arriesgar demasiado.
Le comenté al doctor lo que me dijo la chica negra y dice que es posible, mañana me harán pruebas para encontrar un posible tumor, así que, una media hora antes de esa cita me escaparé, así, si me pasa algo, tardarán menos en buscarme sabiendo que yo no faltaría por propia voluntad a una cita médica.


Llegó el momento, bien, bajaré tranquilamente por el ascensor, como si simplemente estuviera dando un paseo y extremaré mis precauciones al llegar a la planta baja.
Llevo un cojín de sofá, sí, de estos cuadrados, sé que no me puede defender de nada, pero sé que si me lo pongo delante para separarme del mundo una alucinación podrá ignorarlo, pero una persona física no.
Primer paso conseguido, estoy en el ascensor. Sola.
Esto suele estar lleno de gente, pero no sé, tal vez sea una mera coincidencia.
Le doy al botón de la planta baja. Estoy nerviosa, muy nerviosa. Veo como los números van descendiendo hasta convertirse en la letra B, pero el ascensor no se para.
Algo está pasando, otra vez, Dios, otra vez.
Sigo bajando, sótano uno, sótano dos... ¿Cuántos sótanos tiene este maldito hospital?
Miré el panel de botones del ascensor y, efectivamente, yo no había dado a ninguno de esos botones, ni siquiera por error. Alguien había trucado ese ascensor, sólo ese, tal vez por eso estaba vacío ¿Avería? Quién sabe. Esto no me gustaba nada, morir aplastada porque el ascensor estuviese casi descolgado no me entusiasmaba.
Al llegar al sótano 3 el ascensor paró como cayendo en algodones.
Instintivamente cogí el cojín y me lo puse horizontalmente en el estómago, para conseguir la máxima distancia de separación con lo que tuviese en frente.
Las metálicas puertas se abrieron y, como por arte de magia, ahí estaba él como si todo el tiempo en el hospital no hubiese pasado.
Ahí estaba, quieto, tranquilo, sonriente, con su traje gris y sus ojos brillantes, mirándome...
Mirándome...

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