lunes, 30 de marzo de 2009

El pequeño Eric

Sí, lo hice, los maté a todos. Maté a todos aquellos que estaban o habían estado en mi contra. Reducí el círculo todo lo que pude y me limité a mis padres y a alguno de mis tíos.
Después, después de dejar unas cuantas balas alojadas en unas cuantas cabezas, limpié un poco el revólver con una servilleta de doble capa y metí ambas cosas en mi bolso, cogí el dinero que tenía ahorrado y salí a dar un paseo hacia la estación.
Mientras caminaba iba pensando en el tiempo que tenía. Eran adultos, por lo que la gente tardaría en echarles en falta y... además... no les buscarían hasta pasadas, al menos 24 horas. Para entonces yo ya estaría muy lejos.
En algún trasbordo compraría lejía en alguna droguería o en algún bazar, metería ahí la pistola durante un par de horas y luego... luego la arrojaría por la ventana del vagón. Así lo haría, sí, en medio de ninguna parte.
Sería dificil que pudieran ubicarme en todos esos sitios, en todas esas escenas del crimen a la vez, porque sí, habían caído casi todos a la vez. Ya ni hablemos de poder tener pruebas sin arma homicida.
El paseo estaba siendo gratificante, con esa suave brisa de finales de invierno refrescando mi cara, alborotando un poco mi pelo, trayéndome el suave aroma de la paz.
Ya no habría más problemas, más venganzas familiares, más dolor, ahora todos éramos libres, yo lo hice por mí misma, pero ellos... eran incapaces... así que simplemente les ayudé, a ellos y al mundo, porque no hacían más que crear conflictos.
Entonces oí una voz aguda y musical llamándome a mi espalda.
Me giré, era el pequeño Eric, mi primito de rizos castaños. Me estaba siguiendo.

- ¡Márchate Eric! -

Pero él seguía ahí, avanzando pasito a pasito hacia donde yo estaba. No pude hacer otra cosa que salir corriendo. De su ausencia sí se preocuparían.
Eché a correr y, para mi sorpresa, él corrió detrás de mí. Corría con sus piernecitas de niño de siete años y su mochila del cole... ah, y con todas sus fuerzas. Llegó un momento en el que creí que incluso me iba ganando terreno.
De vez en cuando me giraba y le decía que se marchase, a gritos, pero él lloraba desconsoladamente y me decía

- Primita espérame -

Aun me hablaba con tanto cariño... supongo que aun no sabía que una de mis víctimas era su madre.
Al final me pudo la sensación de sufrimiento del pequeño, me paré y le esperé en un portal.
En cuanto llegó se tiró a mis brazos y me dijo:

- Quiero irme contigo -

Le miré profundamente sorprendida. Enredé mi mano entre sus bucles cobrizos y miré fijamente a esos ojos tristones de buho que tenía.

-¿Qué estás diciendo, Eric? -
- Quiero irme contigo, sólo me quedas tú -
-¿Has... has... estado en casa? -
- Sí... mamá está muerta... pero mira primita - sonrió - te he traído esto -

Sacó de la mochila el bolso de su madre. Me lo dio.

- ¡Tienes que llevarlo a casa, Eric! -
- Pero aquí hay dinero, y así podrás llevarme contigo ¡No comeré nada, prima! ¡Me portaré bien! En serio...-

Le abracé y recé por encontrar rápido una solución a todo esto. Me había criado con ese niño, siempre había visto lo mal que le trataban en casa, por eso siempre me ofrecí a llevarlo al parque o a ir a cuidarlo a casa, porque necesitaba a alguien y yo ahora le había dejado más solo si cabe.

- No puedes venir conmigo pequeño, porque yo tengo que marcharme y si tú vienes conmigo, nos buscarán - el niño agachó la cabeza - pero vendré a buscarte, ya lo verás.
- ¿Me lo prometes? -
- Claro - le sonreí
- ¿Y ahora donde voy? No quiero volver a casa... -
- Vale, ve a casa de la tía Fe y dile que cuando has llegado a casa tu madre te había dejado una nota que decía que había salido a un recado y que no querías estar solo, ella te acogerá -
- Vale, primita, iré... ¿Luego vendrás tú a por mí? -
- No sé cuando volveré, pero te buscaré. Ahora tienes que irte -

Le di un besito en la frente y un cachete en el culo y le vi marcharse con la cabeza agachada y pateando una piedra, despacito.
No habría avanzado ni diez metros cuando se dio la vuelta y, al verme aun quieta mirándole me dijo:

- Gracias, primita -
- ¿Por qué me las das? -
- Porque la tía Fe nunca me grita -
- Pero... ¿Eso qué tiene que ver conmigo? -
- Pues que sé... que tú... no eres mala, me has salvado -

3 comentarios:

Isi G. dijo...

Si es que los niños dicen las verdades evidentes sin pensarlo ;)

Besotes^^

Sphynx Red dijo...

Diossssssssssssss te amo

es lo mejor de lo mejor que he leído últimamente

me firmarás un manuscrito???

Hellion dijo...

a veces a mí , me dan ganas de matarlos a todos , buena historia , saludoss.