martes, 3 de marzo de 2009

Descoordinación

Aquella noche, en aquel lugar, nada funcionaba por las reglas físicas o causales. Todo era un mero espejismo de una realidad antes conocida.
Algún leve gesto delataba la diferencia, la tara, el descontrol, sólo unos pocos rasgos denotaban la extrañeza del gentío.
Me sentía sola, desamparada, en un lugar que siempre había sido familiar, pero aquel viejo cine, que siempre estaba parcialmente vacío, se tornaba de hogareño a amenazador.
Notaba que algo no iba bien, no sabría decir por qué, pero sentía que unos ojos me observaban desde la lejanía (o tal vez la cercanía). No podría precisar si era desde un coche, una calle cercana, o si tal vez la sensación provenía de unos centímetros de mi propia nuca, pero la sensación de alarma recorría mi cuerpo.
Me giré e intenté escapar, al principio despacio. Después me paré. Si no sabía desde dónde venía el peligro ¿Hacia dónde debería huir?
Le ví de lejos, allí estaba mi amigo Miguel, corrí desesperadamente hacia él en busca de un lugar seguro y confortable... pero de sus labios nació una voz de mujer.
- Oye ¿Estás bien? Pareces asustada...-
- ¿Miguel? ¿Qué le pasa a tu voz? -
- ¿Miguel? Yo... me llamo Susana... -
¿Qué era todo esto? ¿Susana? ¿Por qué Susana era idéntica a mi amigo Miguel? ¿Era algún tipo de broma? Sea como fuere esto ya no me daba un lugar seguro donde apoyar mis pies, así que me marché sin dar más explicaciones.
Mientras corría hacia ninguna parte, encontré muchas caras conocidas pero ni me atreví a preguntar, sólo quería llegar a casa.
El camino desde el cine, que tantas veces me había parecido un corto y agradable paseo, se volvió largo y tortuoso, no sé cuanto tiempo pude pasar corriendo ni sé la cantidad de calles que dejé atrás, pero seguramente estaba tan desorientada que no era capaz de saber dónde estaba ni a donde iba.
Cuando llegué al portal las escaleras empezaron a duplicarse y entrecruzarse, los vecinos eran cada vez más y más ojos mirándome, algunos me cogían de las manos, pero... sus manos eran ásperas y frías.
El último recuerdo que tengo, fue verme echada en el suelo, sentir el tacto helado de esas viejas baldosas en mis sofocadas mejillas, mi cuerpo pesaba cada vez menos, el amparo del suelo firme sosteniéndome...
Incluso cuando desperté en mi cómoda cama y me dijeron que había sufrido un ataque de pánico, rodeada de flores y bombones, inluso entonces, sentí que necesitaba volver a reposar en el frío suelo que me recordaba lo que era firme, concreto, real.

2 comentarios:

Isi G. dijo...

Me ha gustado mucho, Nanah^^

Por cierto, me has recordado que tengo mi historia pendiente jejejeje xDDDD Besotes^^

Shemyr dijo...

Es que la fantasía y lo borroso, aunque bello, no basta.

Es tan necesario lo concreto, lo "sentible".
Insisto.

=)