viernes, 13 de marzo de 2009

El terror sale del espejo

Una noche cualquiera, una chica cualquiera, un baño.
Esa era yo, terminando de acicalarme para ir a dormir.
Llevaba una época un poco estresante, tenía ansiedad y no podía dormir bien, me pasaba el día entero cansada, fuera donde fuese.
Levanté la vista del lavabo, de refrescarme la cara, y me dispuse a mirarme al espejo, a ver si las ojeras se habían vuelto más profundas, pero nunca esperaba ver lo que vi.
La del espejo no era yo.
Me fijé más, pero el reflejo parecía distraído, eran mis rasgos sí, pero envejecidos y descolgados por el tiempo, manchas en la cara y el pelo fino y quebradizo, como si hubieran pasado sesenta años en el espacio y el tiempo de mi cuerpo al espejo.
Froté mis ojos y miré de nuevo. La anciana había desaparecido.
En su lugar había una chica rubia, muy delgada, de rostro afilado y con cara de rebeldía sin causa. No sé quien era, pero tampoco era yo.
Ella me miraba amenazante y altiva, mientras mascaba chicle y yo seguía mirando a ese espejo como si fuese hipnótico, sin saber realmente qué estaba pasando.
El rostro de esa chica se fue desdibujando, poco a poco, y acabó saliendo mi reflejo.
Mi horrible reflejo.
Era mi cara demacrada hasta el último aliento, ojeras moradas y profundas, líneas de expresión marcadas, vista perdida, ojos vidriosos... . Tenía unos ojos tan inexpresivos, que casi no parecía ser el reflejo de una persona viva.
Esta vez miré con más fijeza, pero mi peor momento parecía no saber entornar los ojos y devolverme así mi propio movimiento.
Creí que debería dar el paso decisivo. Sonreí, pero la imagen no cambió. Volví a sonreir. Nada. Sonreí tanto que me dolieron las comisuras de los labios y casi se me desencaja la mandíbula, pero allí no había ningún cambio.
Empezó a entrarme el pánico y llamé a mi familia a gritos, a mi tía, a mi abuela, a mi padre...
La que vino fue mi tía y me preguntó que a qué venían esos gritos.
-Creo que tengo alucinaciones visuales- le dije.
Ella, sabiendo que estudio psicología, no dudó ni un momento de mis palabras.
Se levantó y nos pusimos a buscar información en internet, porque le dije que no quería ir esa misma noche al hospital, que quizá no fuese para tanto.
Página tras página y clik tras clik comenzó a entrarme sueño. Ella me dijo que fuese a acostarme, que velaría por mí.
Y estaba en la cama pensando, tenía sueño, los párpados me pesaban horrores.
Creí que dormiría toda la noche hasta que vi cómo llegaba.
Una silueta se sentó en mi cama y comencé a gritar. Puso una mano en torno a mi cintura y la otra sujetando mi muñeca derecha.
Entre gritos pobres y sacudidas más bien débiles, escuché su voz. Era la voz de mi abuela.
Me decía que qué me pasaba y que por favor me tranquilizase.
Poco a poco dejé de hacer fuerza y de pegar voces. Entorné los ojos y analicé la silueta. Unos brazos muy finos, un cuerpo delgado, el pelo largo y alborotado... no era mi abuela.
Una silueta negra desconocida estaba tumbada en mi cama.
- ¿Quién demonios eres? -
Noté su peso y una fuerza anormal de sus manos sobre mi cuerpo.




Ya no pude dejar de gritar.

3 comentarios:

Isi G. dijo...

Qué paranoia, nena :S

Besotes^^

cristhoper dijo...

wow

Anónimo dijo...

mmmm sabes lo último a mí me pasaba , siempre sentía que alguien me aprietaba las sábanas al punto de ahogarme , yo antes leía las cartas del tarot , y cuándo dejé de leerlas eso no me ocurrió más , quizás unos de estos días te envíe un relato , saludoss , cuídate.