jueves, 16 de abril de 2009

Robando coches

Otra mañana lluviosa más, estoy empezando a pensar que este maldito tiempo no mejorará nunca.
Rutina. Agua. Gris. LLuvia.
Para colmo, cuando ya había reunido las fuerzas para marcharme a los quehaceres diarios, me dejo las llaves de casa en el recibidor. Así que me toca volver a por ellas antes de irme o luego no habrá nadie para abrir la puerta.
Con las prisas me dejo el coche abierto. Bueno, van a ser cinco minutos.
(...)
Perfecto. Me están robando el coche.
Me acerco corriendo con el pelo chorreándome sobre los hombros, sobre la cintura.
Veo a cuatro chavales jóvenes parados, con mi coche, ante un semáforo en rojo y les grito que se bajen de ahí.
- ¡Ja, ja! - rió el conductor - en eso estábamos pensando.
Clavé mi mirada en sus ojos azules aguamarina mientras memorizaba cada rasgo de esa cara pecosa de pelirrojo.
Mientras se iban les grité que les denunciaría, mientras un eco de risas me dejaba planchada y con ganas de meterme en la cama y llorar de impotencia.
Todo fue en vano. Horas y horas, papeles y papeles. Pero estaba en una espiran de resignación y desesperación sin obtener nada claro.
Al chico pelirrojo me lo encontraba de vez en cuando. Me soltaba alguna sonrisa pícara, como cuando los niños en el colegio te dicen "chincha chincha, tengo algo que tú no tienes".
Después de unos cuantos encontronazos y, sin previo aviso, un día se acercó a hablar conmigo en un plan muy diferente.
-Oye... mira... tal vez pueda hacer algo por ti - dijo, sentándose a mi lado y mirando al suelo - ese coche ya... no nos hace falta, hablaré con estos y te lo devolveremos -
-Y... ¡Ya está! ¿Eso es todo? - no pude evitar ponerme a gritarle, mientras él entrecerraba los ojos - ya no os hace falta... he estado pateándome el mundo por recuperar mi maldito coche y fue un dichoso capricho... -
- Bueno, tómalo o déjalo, bastante me arriesgo haciendo esto, no tengo por qué escuchar tus grititos -
Acto seguido se marchó sin volver la vista atrás.
Cuando volví a verle le dije que lo haría. Me sentí estúpida por hacerle caso a un niñato, pero mira... ¡Qué demonios!
Quedamos una noche cerca de un almacén, al parecer allí guardaban todas las cosas que robaban, para darles uso cuando fuese necesario. Él estaba muy nervioso, demasiado, mientras hablaba, no dejaba de mirar a su espalda.
- Mira, aquí tienes la llave, coge tu coche y lárgate de aquí -
- Vale... vale... -
Me condujo dentro del almacén.
Escuché otra voz, más ronca, más de hombre. Maldiciendo y pegando gritos.
Esta vez mi acompañante se puso mucho más nervioso.
- ¡Márchate! -
- Pero.... mi... coche -
- ¡Qué te marches! ¡YA! -
- Pero... -
- ¿Quieres un puto coche ahora o quieres poder conducir mañana? -
Sonó un disparo y nos tiramos al suelo.
- ¿Ves esa puerta a la derecha? - ahora susurraba.
- La... roja... -
- Sí... arrástrate hasta ahí y huye -
- Y tú... ¿Te quedarás aquí? -
- ¿Te vas a marchar de una puta vez? Ya la he jodido bastante... -
Alcancé la puerta y conseguí escapar de allí. Escuché dos tiros más y luego el silencio... un silencio que me reventaba el cuello lentamente.
Al día siguiente tenía un retrovisor arrancado en la puerta de mi casa.
No volví a verles, ni al pelirrojo, ni a ninguno de los demás.
Ni esas calles volvieron a verme a mí.

2 comentarios:

Isi G. dijo...

Me encantan tus textos^^

Besotes guapa!!!!!!!!

Hellion dijo...

a mí me encanta la lluvia , es genial para ponerse a pensar en cosas oscuras , saludoss.