viernes, 19 de diciembre de 2008

Capítulo cuatro. Unos jefes especiales.

Abrí la bandeja de correo y encontré una agradable sorpresa, había pillado a Lorena en una reunión con los jefes y procedían a leer para darme un veredicto.
Aun estando en mi casa, tan lejos de ellos, me puse muy nerviosa, llegué incluso a ruborizarme ¡Qué estúpida! Si no podían verme...
Pasarno un par de horas que se me antojaron interminables, cuando recibí una llamada desde un número oculto. Al oír la voz, tuve claro que era Lorena.
- ¿Sí? -
- ¡Marién! ¡Mis felicitaciones! Los jefes acaban de dar el visto bueno a tu incorporación. Quieren verte a más tardar la próxima semana para ultimar los detalles del contrato y luego ya sólo te quedará hacer la maleta - parecía que estaba muy... ¿Contenta?.
- Vaya... muchas gracias. Estaré encantada de ir. ¿Qué día sería? -
- Pues...mmm - se oyó como tecleaba en el ordenador - ¡Bien! ¿Te viene bien el jueves a eso de las ... 9 de la noche? -
¿Hacían entrevistas de trabajo tan tarde?
- Es una cena de encuentro con las nuevas adquisiciones - explicó.
Esta mujer era asombrosamente intuitiva.
- Ah, siendo así, de acuerdo, estaré encantada -
- Muy bien, ahora te mandaré un mail con la dirección exacta de la calle y.. espero que te lo pases bien y te guste el ambiente que ofrecemos - sus palabras fueron amables y reconfortantes.
- Muchas gracias por todo -
- A ti, Marién -
Después de recibir su mail me puse a rebuscar en mi armario algo que fuese perfecto para ir a la cena sin desentonar demasiado. Optaría por... un vestido negro con unos zapatos planos... era lo mejor para ir elegante pero sin llamar la atención.
Le pedí el coche a mi madre para parecer más independiente y porque no tenía claro si se demoraría demasiado la cena.
Cuando iba por mitad de camino me encontré encerrada en un tremendo atasco, maldije una y mil veces mi mala suerte y me culpé por no haber ido en transporte público, tal vez así hubiera llegado a la hora. ¿Qué iban a pensar de mí?
Cuando, tras cincuenta minutos de retraso, conseguí llegar y aparcar, intenté tranquilizarme.
Respiré hondo unas cuentas veces mientras me repetía que no había sido culpa mía.
Me miré en el espejo retrovisor y ensayé una sonrisa.
Salí del coche y apresuré el paso hacia la entrada del restaurante. Vi como un chico hacía lo mismo desde el lado opuesto de la calle.
Coincidimos en la puerta.
- ¿Vienes a la cena? - me preguntó.
Le examiné, iba también vestido en tonos oscuros, supongo que en la cabeza de muchos aspirantes se pasó la misma idea que en la mía.
- Sí - dije aliviada por no entrar sola.
- Nunca te había visto antes... -
- Claro, somos "los nuevos" - dije con una sonrisa pícara.
Asintió, sonrió y me acompañó dentro.
Cruzamos algunas palabras mientras buscábamos la mesa.
Me sorprendí cuando ví a varios jóvenes acomodando sus bártulos en la mesa a la que nos dirigíamos, al parecer muchos llegábamos tarde.
Al estar cerca, vi a éstos levantar la vista y dirigir una mirada cómplice a mi acompañante.
- Vaya, Carlos, llegas unos minutos más tarde que de costumbre -
¿Ya se conocían? Tal vez fuesen juntos a la entrevista, eran todos muy jóvenes, contarían como mucho veinticinco años, tenían además una belleza inmaculada, poco convencional.
- Sí...y traigo conmigo a una aspirante rezagada -
- Bienvenida Marién - distinguí esa voz. Era Lorena que estaba acomodando su abrigo en el respaldo de la silla - parece que llegas a la misma hora que los "altos cargos" - esto último lo dijo entre risas.
¿Ellos eran los jefes? ¿Los profesores? ¡Pero si eran unos críos!
Mientras examinaba la situación y cada uno de sus rostros me di cuenta de que, si no fuera porque estaban de pie, no hubiera sido capaz de distinguir a los aspirantes de los formadores de la compañía.
Cada vez que me paraba en alguna pareja de aspiarante y profesor y buscaba las diferencias mi cara de perplejidad era mayor ¡Incluso algunos parecían más jóvenes que yo!
Miré a Carlos. Nuestros ojos se cruzaron y en su cara se dibujó una sonrisa pícara, se acercó a mi oído y me susurró con socarronería:
- Soy Carlos, tu profesor de teatro, encantado -

3 comentarios:

Fidias dijo...

¿Maestros jóvenes? Perfecto. Supongo que la trama se multiplica por mil. La cosa promete.

Miguel Ángel Cabo Galguera dijo...

Muy bonico. Se podría relacionar con mil cosas, y la historia tiene millones de salidas... a ver cuál eliges.

Tania Alegria dijo...

Me hago presente para decir que acompaño el relato y dejar constancia de mi aprecio por tu don de narradora.

Sigue, sigue, que te acompaño.

Un abrazo.